Nombre:

Fatima

Apelativo:

Az-Zahra (La Resplandeciente)

Sobrenombres:

Ummu-l'a'immati-l'Athar (Madre de los puros Imames)
Umm-al-Hasan (Madre de Hasan)
Umm-al-Husain (Madre de Husain)
Umm-al-Mu'minin (Madre de los Creyentes)
Umm-al-Fada'il (Madre de las Virtudes)
Sayyídatu-n-Nisa-il ‘Alamin (Señoras de las mujeres de la Creación)
Jairu-n-Nisa (La mejor de las mujeres)
Al-Batul (Quien que se ha separado del mundo para aniquilarse en Dios)
Umm-l-Jiarah (La mejor madre)
Ummu-n-Nujaba (Madre de los Nobles)
Ummu-l-Azhar (Madre de los Luminosos)

Padre:

Muhammad, el Enviado de Dios (PBd)

Madre:

Jadiyatu-l-Kubra, Madre de los Creyentes

Nacimiento:

El viernes 20 Yumad az-Zani, cinco años después del principio de la misión del santo Profeta (PBd), ocho años antes de la Hégira, en la ciudad santa de La Meca.

Muerte:

El martes 3 Yumad az-Zani del año 11 de la Hégira, cuando contaba con 18 año de edad, debido a las desgracias y las penas que padeció después de la muerte del padre.

Sepultura:

Por voluntad propia, el lugar de su enterramiento es desconocido.

Descendencia:

2 hijos y 2 hijas.
Los hijos: Hasan y Husain.
Las hijas, Zainab Al-Kubra y Zainab As-Saghira llamada Umm Kulthum.
También engendró otro hijo llamado Muhsin que, siempre a causa de las vicisitudes que la golpeó después de la muerte del padre, murió en el vientre materno.

Inscripción:

Sobre su anillo figuraba la inscripción "Allahu Walíyyu Ismati" (Dios es el guarda de mi infalibilidad).

Apuntes biográficos

La recién nacida de la Revelación

El día viernes, 20 de Yumad az-Zani, cinco años después de que el Profeta fuera designado como tal, bajo el cielo del Hiyaz, en los declives de las rocosas montañas de La Meca, frente al panorama de la Ka'ba, en la Casa de la Revelación, en el sitio que el Profeta iluminaba cuando recitaba versículos del Corán, en la casa que los ángeles conocían muy bien y frecuentaban, en la casa donde la voz celestial del Profeta, cuando oraba mañana y tarde, vinculaba su suelo al cielo, en la casa que fuera esperanza de los huérfanos, en el lugar al que se abocaban los desamparados, en el refugio de los desterrados, en la casa del Profeta y de Jadiyah, nació una bella niña... la hija de Muhammad.

La manifestación de la pureza, la humanidad hecha mujer, la igual de ‘Ali (P), la Señora de las mujeres del universo, Fatima, llegó a este mundo. La casa del Enviado de Dios (PBd) fue la institución de amor y cariño. En aquellos días, cuando el Profeta atravesaba las dificultades propias de su lucha por salvar a los hombres, como una brisa suave, acariciaba los agotados semblantes de sus padres y minimizaba el dolor de los días más penosos del Mensaje.

¡Qué hermoso que una niña fuera tan valorada!, de la cual dijera el Enviado de Dios: “Es mi alma... Cuando anhelo oler el perfume del paraíso me acerco a Fatima”.

Esto no es nada extraño tratándose de Fatima, ya que ella conforma el grupo al cual Dios hace referencia y elogia en el Sagrado Corán, cuando dice:

«Allah solo quiere alejar de vosotros la impureza, ¡oh Gente de la Casa (profetica)!, y purificaros de sobremanera»

(Sura Al- Ahzab, 33:33)

Fatima es la síntesis del Santo Profeta del Islam, su brillante vida es merecedora de toda alabanza celestial. Fue escogida por Dios entre todas las mujeres. Es quien con su firmeza afirmó el valor de la mujer. Sólo su existencia es el mejor testigo de que la mujer es capaz de volar a la cima espiritual que alcanzan los hombres.

Junto a su padre

Fatima contaba con dos años de edad cuando, junto a su padre, sufrió el bloqueo económico de Quraish. Soportó las más difíciles condiciones de vida, pasó hambre durante tres años en el valle de Abu Talib, junto a todos los musulmanes. Al décimo año de la Bi'zah (proclamación de Muhammad como Profeta), poco después de abandonar el valle, perdió a su querida madre, a la que diez años de lucha y aflicción habían debilitado. Aunque para aquella pequeña niña aquel acontecimiento fue muy doloroso, la compañía de su padre hacía menos trágico su infortunio.

Cuando tenía ocho años, poco después de la emigración del Profeta a Medina, partió hacia allí junto a ‘Ali (P) y un grupo de mujeres. Una vez más se reunió con su padre. En los difíciles momentos vividos por el Profeta en Medina, Fatima siempre lo acompañaba. En la batalla de Uhud, cuando los musulmanes asumieron el fracaso, con prisa Fatima fue hacia el campamento y junto con ‘Ali se encargó de curar las heridas de Muhammad (PBd).

Fatima creció con el Islam, vivió con el Corán, respiró el aire del Mensaje de la Profecía, su vida no estaba desvinculada de la de su padre. Inclusive luego de su casamiento su casa era vecina a la suya. El Profeta (PBd) frecuentaba su casa más que cualquier otro sitio. Cada mañana antes de dirigirse a la mezquita, visitaba a Fatima. Cuando emprendía un viaje, la última persona en despedir era Fatima. A su regreso, ella era a la primera que visitaba. Esto significaba que él no deseaba separarse de Fatima ... y en sus últimas horas de vida Fatima estuvo llorando junto a su lecho. El Profeta la consoló anunciándole que sería la primera en seguir sus pasos.

La madre de Fatima

Fatima vivió junto a su sacrificada madre sólo durante cinco años. Jadiyah fue la primera dama del Islam. El Profeta hablaba así de ella: “Jadiyah es una de las mejores mujeres de esta Ummah -Comunidad-”. Era tan amada por el Profeta que luego de su muerte solía recordarla.

Dijo 'Aisha: “El Profeta recordaba tanto a Jadiyah, que un día le dije: ‘¡Oh, Enviado de Dios!: Jadiyah no era más que una anciana, Dios te ha agraciado con alguien mejor’. A lo que el Profeta me respondió: ‘Juro por Dios que El no me ha dado nada mejor. Creyó en mí cuando todos permanecían sumergidos en la incredulidad, me corroboró cuando otros me desmentían, puso a mi disposición sus bienes cuando otros me privaban de ellos, y Dios, el Altísimo, me ha otorgado mi descendencia gracias a ella’”.

El amor del Profeta (PBd) hacia Fatima (P)

De entre las maravillas que exaltan de manera más relevante la vida de Fatima, se encuentra el extraordinario amor de su padre hacia ella. Sabiendo que el Profeta del Islam es la mejor criatura y el más próximo a Dios, y que sus dichos, su proceder y tradición son el criterio de la verdad y la justicia en todos los aspectos, se nos esclarece mucho más la elevada jerarquía de Fatima, sobre todo teniendo en cuenta que, según lo expresado por el Corán, el Profeta no decía palabra alguna en forma vana y caprichosa, sino que todo lo que expresaba se originaba de la inspiración divina.

«...No habla por capricho, sino que es Inspiración que le es Revelada»

(Corán 53:3 y 4)

El Profeta tenía otras hijas y aunque con todas ellas, e inclusive con otros parientes era muy amable y cariñoso, su particular amor hacia Fatima era muy evidente. Es interesante saber que en numerosas oportunidades expresaba ante la gente su amor hacia ella y les recomendaba el buen trato para con ella. Esto por sí solo constituye un documento que verifica que la vida de Fatima y sus hijos están enlazados con el destino del Islam y deja en claro que la relación entre el Profeta y Fatima no fue sólo un vínculo de padre e hija sino que está estrechamente unido a los asuntos vitales de una sociedad, el futuro de una comunidad y órdenes divinas respecto a la comandancia de la Ummah (comunidad) Islámica . He aquí algunas expresiones y actitudes de amor y cariño del Profeta respecto a Fatima (P):

  • Siempre que se iba de viaje, la última persona de la que se despedía era Fatima, y cuando regresaba era la primera a la que iba a ver.
  • El Imam Baqir y el Imam Sadiq (con ambos sea la paz), dijeron que el Profeta (PBd), siempre antes de dormir, iba a ver a Fatima, le daba un beso, la apoyaba en su regazo, y suplicaba por ella.
  • El Profeta (PBd) dijo: “Fatima es parte de mí. Quienquiera que la alegre me alegra , y quienquiera que la enfade me enfada. Fatima es la persona más preciada para mí”.
  • También dijo (PBd): “Fatima es parte de mí. Es el corazón y el espíritu que están dentro mío. Quien la molesta me molesta , y quien me molesta está molestando a Dios”.
  • Dijo (PBd): “Ciertamente que la primera persona en entrar al Paraíso será Fatima; su ejemplo en esta comunidad es como el ejemplo de María, hija de Imran, entre los hijos de Israel”.
  • También expresó (PBd): “...Mi hija Fatima es la Señora de las mujeres del universo, desde las primeras hasta las últimas. Ella es parte de mí; es la luz de mis ojos; es el fruto de mi ser, es el espíritu que hay en mí; es una hurí de la especie humana que ha surgido de mí. Cuando ella se constituye en oración en su lugar de rezo ante la presencia de su Señor, su luz brilla para los ángeles que están en el cielo, así como las estrellas brillan para los moradores de la tierra; entonces Dios, Poderoso e Imponente, dice a Sus ángeles: ‘¡Angeles míos!: Vean a Mi sierva Fatima, la Señora de todas mis siervas que está en mi presencia, cómo vibra por piedad y temor a Mí, cómo su corazón está colmado de adoración por Mí. Sed testigos que Yo pondré a sus seguidores a salvo del fuego infernal’”.

Un casamiento celestial

En el segundo año de la hégira, el Profeta (PBd) dio en matrimonio a Fatima a Amir Al-Mu'minin ‘Ali (con ambos sea la paz). Ciertamente que esta unión era la única digna de ambos, ya que según lo expresado por el mismo Profeta y enfatizado por los inmaculados Imames: “Si ‘Ali no hubiese existido, no habría nadie que se casara con Fatima, y si no hubiera existido Fatima, no habría nadie que mereciera a ‘Ali”.

Fatima había rechazado a muchos pretendientes de entre los más nobles y ricos de Quraish y de los árabes. El Profeta decía: “El casamiento de Fatima será concretado por orden divina”. Poco a poco los compañeros del Profeta se dieron cuenta de que el casamiento de su hija no era un asunto fácil, y que cualquier persona, aunque tuviera mucho prestigio y riquezas, no conseguiría su consentimiento. Quien desposara a Fatima debía ser por su veracidad, fe y virtudes espirituales y morales, alguien que se encontrara justo detrás del Profeta; y no había nadie más que ‘Ali (P) que cumpliera con estos requisitos. Cuando finalmente se animó a pedir la mano de Fatima, el Profeta le dijo: “Antes de que llegaras, un ángel me informó que Dios, Exaltado Sea, ha ordenado que casara a Fatima con ‘Ali”.

Cuando le preguntaron a ‘Ali qué tenía para solventar la boda, él respondió que no tenía más que su armadura, su espada y su camello con el cual transportaba agua para la gente. El Profeta le dijo que vendiera su armadura, y con ese dinero, que llegaba a quinientos dirham, fueron comprados los utensilios para la casa y un ajuar muy simple para Fatima (P). Se realizó una ceremonia donde dieron de comer a los invitados, y luego con alegría y con las súplicas del Profeta (PBd), las mujeres rodearon al camello de Fatima acompañándola a la casa de ‘Ali. Y así, tan sencillamente, terminó el casamiento de la más virtuosa de las mujeres del universo.

Cuando ‘Ali fue a pedir la mano de Fatima, el Profeta le dijo: “Antes que tú, vinieron muchos pretendiendo a Fatima y con cada uno, siempre que le comentaba a ella al respecto, se daba vuelta y lo rechazaba, así que espera hasta que yo vuelva”. Entonces el Profeta fue con Fatima y le informó que ‘Ali la pretendía, y ella se mantuvo en silencio pero no le dio la espalda. El Mensajero de Dios (PBd), entonces, se levantó diciendo: “Allahu Akbar (Dios es el Más Grande), su silencio es su afirmación”.

La dote de casamiento que ‘Ali (P) dio a Fatima (P), fue una armadura que fue vendida, e incluso con parte de ese dinero se compraron cosas para la casa y el ajuar que se detalla a continuación: Un vestido comprado por 7 dirhames, un pañuelo al precio de 1 dirham, una cama árabe de madera, 2 colchones, cuatro almohadas, una cortina, un mortero de piedra, un recipiente para la leche, una bolsa de piel para guardar el agua, una alfombrilla, una bolsa de piel y dos o tres elementos más.

Compartía las tareas del hogar con su sirvienta

Debemos considerar que Fatima (P), durante sus primeros años de vida, vivió muy humildemente. Luego de su posesión de Fadak su situación mejoró y Fidda fue una sirvienta que el Profeta le asignó. Por lo tanto, si en algunas narraciones se hace referencia a su dificultosa vida y en otras se habla de su sirvienta, son acontecimientos sucedidos en diferentes períodos.

Relata Salman Al-Farsi: “Fatima se encontraba moliendo cebada para hacer harina. Sobre la manija del molino había sangre; la mano de Fatima estaba herida. Husain (P), que en esa época era un niñito, estaba llorando. Le dije: ‘¡Oh, hija del Enviado de Dios!: te estás lastimando cuando tienes a Fidda para que te ayude a hacerlo’. Dijo: ‘El Enviado de Dios me ha aconsejado trabajar un día cada una. Su turno fue ayer...’”

La humildad de Fatima y su temor a Dios

Cuando descendieron los versículos 43 y 44 de la Sura Al Hiyr, “Petra”, que dicen:

«Por cierto que el infierno será el destino de todos ellos. Tiene siete puertas y cada una esta destinada a una parte de ellos»

(Corán 15:43-44)

el Profeta se echó a llorar desconsoladamente. Al verlo en ese estado sus discípulos también lloraron, desconociendo lo que Gabriel le había anunciado. Ninguno se atrevía a preguntarle el motivo de su llanto. Entonces, sabiendo que lo único que podía quitarle la tristeza era la presencia de Fatima, Salman fue a buscarla. Al verla observó que ella estaba moliendo cebada y diciendo:

«Lo que esta junto a Dios es preferible y mas perdurable»

(Corán 42:36)

y vestía un manto rústico con muchos remiendos.

Salmán le comunicó lo sucedido y de inmediato se preparó para salir con el manto que llevaba puesto. A Salmán le conmovió la humildad de Fatima y dijo: "¡Observa! Las hijas de Kisrah y el César visten ropas de seda y gasa y la hija de Muhammad (PBd) usa un manto áspero con muchos remiendos”.

Fatima (P) se acercó al Profeta, saludó y dijo: “Querido padre, Salmán se sorprendió al ver mi ropa, mientras juro por Quien te ha designado Profeta que hace cinco años que ‘Ali y yo no contamos más que con un cuero de oveja que durante el día usamos en nuestros quehaceres y durante la noche nos sirve de lecho. Nuestra almohada es de hoja de palmera”. El Profeta dijo: “¡Oh, Salman! Mi hija pertenece al grupo de los Sabiqun (los primeros creyentes)". Dijo Fatima: “¡Padre!: ¿Qué fue lo que causó tu tristeza?”. El Profeta le recitó el versículo recién revelado. Al oírlo, Fatima lloró tan intensamente que quedó en un estado de gran emoción y repetía constantemente: “¡Pobre de aquél que sea arrojado al fuego...”.

Sí, esa era la humildad de Fatima, su estado no sólo impresionaba a los demás sino que su propio padre al ver su sencillez se conmovía.

Fatima, vistiéndose humildemente, enviaba un mensaje a toda la humanidad; ella decía que si el hombre se sumerge ilimitadamente en la vida lujosa es incapaz de alcanzar las elevadas virtudes humanas. De este modo deseaba hacer comprender que el real valor no está en la apariencia o la forma de vestir sino que el espíritu es el criterio de su humanidad. De esta forma, Fatima quiso demostrar que los líderes de una sociedad deben mantener sus vidas en un nivel similar al de los estratos desposeídos de la misma para así hacer más llevadera sus vidas.

Ibn Shahr Ashub relata del Tafsir (interpretación coránica) “Za'labi” y el “Tafsir Gushairi” que dijo el Imam Sadiq (P):

Un día el Enviado de Dios vio a Fatima (P) vistiendo un atuendo de lana de camello. Con sus manos trabajaba con el molino y al mismo tiempo amamantaba a su hijo. El Profeta se conmovió y le dijo: “¡Hija mía!: Soporta la amargura de este mundo hasta alcanzar la dulzura del Ajirat (otro mundo)”. La respuesta de Zahrá (P) a su padre fue la siguiente: ¡Oh, enviado de Dios, las alabanzas pertenecen a Dios por sus mercedes y el agradecimiento es solo para Dios por sus gracias!.

El conocimiento de Fatima

Uno de los brillantes roles de Fatima Zahrá (P) fue el de elevar el nivel cultural de la sociedad, desarrollar los pensamientos e ideas de la gente y alejar los problemas y ambigüedades de entre ellos.

Ella (P) daba respuesta tanto a las cuestiones simples como así también a los más complicados problemas, y esto tan sólo fue factible de llevar a cabo gracias a su vasto conocimiento, su condición intelectual y sus altas motivaciones. Esta gran mujer del Islam soportó las dificultades de difundir el Islam y de enseñar y educar, y así como una antorcha que ilumina el camino guiando a la sociedad y consumiéndose a sí misma, otorgó nobleza a los corazones y almas de la gente.

Ella dispuso para sí misma como línea de conducta la defensa de los grandes valores, el combatir incansablemente contra las innovaciones que se hacían dentro del Islam, la ignorancia, la desviación y la inconciente monotonía de la sociedad. Por estos motivos la comunidad también debe familiarizarse lo más posible con la jerarquía y derechos de sus propios líderes y sentirse a sí misma como un humilde alumno ante ellos y luchar a su lado hasta que lo dificultoso llegue a su perfección, lo débil se fortalezca y las tinieblas se conviertan en luz.

Tal comunidad no debe considerar una vergüenza preguntar sobre lo que no sabe, sino que debe consultar respecto a ello para que así se abran ante sí las purtas del conocimiento profundo.

Dijo el Imam As-Sadiq (P): “En la puerta del conocimiento hay un cerrojo cuya llave es la pregunta”.

Dijo el Imam Al-Kazim (P): “Conversar con un sabio en un lugar inadecuado es mejor que hacerlo con un ignorante sobre la alfombra de un recinto educativo”.

Fatima es el ejemplo perfecto a este respecto, pues desde su infancia estuvo en medio de la sociedad y fue compasiva y confidente de la gente. Esta gran dama tenía una comunicación sincera y justa con quienes la seguían.

Relata 'Ammar: “Un día entró ‘Ali Ibn Abi Talib a su casa y Fatima le dijo: ‘¡Oh, ‘Ali! ¡Acércate, te contaré los sucesos del pasado y el futuro!’. El Imam, asombrado por la actitud de Fatima, fue hacia el Profeta. Lo saludó y se sentó a su lado. Muhammad le dijo: ‘¡’Ali! ¿Comienzas tú o lo hago yo?’. ‘Ali dijo: ‘Me encantaría oírte, Profeta de Dios’. Dijo: ‘¿Has venido a verme por lo que te comentó Fatima?’. Preguntó ‘Ali: ‘¡Enviado de Dios! ¿Acaso la jerarquía de Fatima es de nuestra misma luz?’. Respondió el Profeta: ‘¿Es que no lo sabías?’. Al escucharlo se prosternó ante Dios (estaba feliz por ello). Regresó hacia Fatima y ella le dijo: ‘¡’Ali, creo que sé para qué fuiste y también lo que te respondió mi padre!’. Dijo: ‘Sí, ¡Oh, hija del Profeta!’. Dijo Fatima: ‘¡Ia Abal Hasan, Dios creó mi luz en el paraíso y la misma alababa a Dios! Luego la confió a uno de los árboles del paraíso, y cuando mi padre ascendió a los cielos le fue ordenado probar los frutos de aquel árbol y así fue que mi luz se albergó en su ser. ¡Oh, ‘Ali, yo soy aquella luz! A través suyo percibo el pasado y el futuro. ¡Oh, Abal Hasan, el creyente ve por medio de la luz divina!’”.

Dijo el Imam Hasan Al Askari (P): “Una mujer visitó a Fatima y le dijo: ‘Tengo una madre discapacitada y me ha enviado para preguntarte una cuestión de la oración’. Esta formuló su pregunta y Fatima le respondió. Por segunda vez le hizo una pregunta y también le dio la respuesta. Y le hizo unas diez preguntas. Zahrá (P) respondió a todas ellas”.

Luego la mujer recapacitó y se sintió avergonzada por el tiempo que demoró su visita: “¡Oh, hija del Enviado de Dios! No te molestaré más, te he cansado demasiado”. Fatima dijo: “¡No te avergüences! Pregunta lo que quieras, no me cansaré de responderte, al contrario, lo haré con gusto. ¿Acaso si se emplea a una persona para llevar una carga y a cambio se lo retribuye con 100.000 dinares, le molestaría?”. La mujer dijo: “¡Claro que no!, la paga es muy grande”. Fatima le explicó: “Por cada pregunta que te respondí Dios me recompensará de un modo tal que supera a una cantidad de perlas que ocupen el espacio existente entre el cielo y la tierra. ¿Podría, por lo tanto, cansarme?".

He oído de mi padre que decía: “Los sabios que me sigan serán presentados el día del Juicio y , de acuerdo a su conocimiento y su grado de esfuerzo por orientar a los hombres, los recompensará. Dará a cada uno de ellos miles de vestiduras luminosas. Entonces, una voz, venida de parte de Dios, dirá: '¡Obsequien a los sabios hasta compensar lo que ellos entregaron!'. Luego ordenará multiplicar los regalos a todos”.

Dijo Fatima: “¡Oh, sierva de Dios!, una ínfima parte de esos obsequios supera miles de veces a todo lo que el sol alcanza a iluminar, puesto que los asuntos del mundo están junto a la tristeza y el dolor. En cambio, las mercedes de la otra vida carecen de toda imperfección“.

Respecto a la sabiduría de Fatima dice el Ayatullah Yauadi Amulí -sabio contemporáneo-: “Fatima comparte con su padre, esposo e hijos la infalibilidad y sabiduría respecto al pasado y el futuro”.

También es sabido que Fatima, luego del fallecimiento del Profeta, era frecuentemente visitada por los ángeles, motivo por el cual se la denominó “Muhaddazah” (la que conversa con los ángeles). Durante este período Fatima dictaba a ‘Ali (P) los principales acontecimientos futuros de la comunidad islámica. El libro fue llamado “Sahifatuf Fatimiiah” y los Imames lo protegían como a un tesoro.

Actualmente se halla en manos del duodécimo Imam Al-Mahdi (P).

El trato de Fatima para con ‘Ali (P)

El Príncipe de los Creyentes dijo:

“La lucha de la mujer es la atención adecuada a su esposo”.

Sabemos que en el Islam el “yihad” (la lucha) es una de las mejores acciones. El dicho transmite que la recompensa que se da a los hombres por la lucha en el camino de Dios es igual a la de la mujer que cumple con este dicho.

Atender bien al esposo significa convertir el hogar en un ámbito de ternura, amor y armonía. Proceder de tal manera que cuando el hombre regresa cansado luego de una jornada de trabajo, al ver a su esposa desaparezca su agotamiento y encuentre allí el lugar de su sosiego. Fatima (P) no fue negligente ni un sólo instante durante el corto tiempo que vivió junto a ‘Ali, a pesar de haber sido los años más duros para el Islam. Dice ‘Ali de Fatima: “Cuando regresaba a casa y veía a Fatima, desaparecía toda mi tristeza”. Dijo en otra ocasión: “¡Por Dios, que jamás hice algo por lo cual Fatima se disgustara conmigo!”.

Fatima no era una mujer que se ocupara sólo de las tareas del hogar ni tampoco era indiferente respecto a los aconteciminetos y eventos relacionados con el Islam.

La historia nos demuestra que en toda ocasión que requería su presencia ella allí estaba, inclusive en el frente de batalla.

En sus últimos instantes de vida, dijo Fatima a ‘Ali: “¡Oh, primo! Jamás has oído de mi mentira ni traición, desde que estuve contigo no recuerdo haberte desobedecido”. ‘Ali dijo: “Me refugio en Dios, (hija del Profeta), tú eres más conocedora de Dios, más bondadosa, más devota, generosa y temerosa, como para que yo pueda reprocharte desobediencia”.

Y aquí comprendemos la realidad del dicho del Imam Sadiq (P) que versa:

“Si Dios, Bendito y Altísimo, no hubiera creado al Príncipe de los Creyentes para ser esposo de Fatima, no hubiera existido sobre la faz de la tierra nadie que mereciera ser su pareja, ni entre los hijos de Adán ni ningún ser de otra naturaleza”

Una transacción ventajosa

Echando un vistazo a la niñez y adolescencia de Fatima observamos que el Profeta no desaprovechaba ninguna oportunidad para utilizarla en su educación espiritual. Ibn Shahr Ashub relata el siguiente episodio basado en fuentes de la escuela Sunnah:

Cierta vez Fatima pidió a su padre un anillo. El Profeta le dijo: “Al finalizar la oración de la noche pide a Dios un anillo y El te lo concederá”. Fatima, observando el consejo de su padre, así lo hizo. Y oyó una voz que le dijo: "Fatima lo que has pedido está debajo de tu lugar de oración". Ella levantó la tela y observó un bello anillo de rubíes. Feliz lo tomó y lo colocó en su dedo. Al llegar la medianoche soñó que estaba en el paraíso. Allí vio tres castillos, cuya grandeza y belleza superaba al resto de ellos. Preguntó: "¿A quién pertenecen?" Le dijeron: "Son de Fatima, la hija de Muhammad (PBd)". Entró a uno de ellos, lo recorrió y vio allí una cama a la que le faltaba una de sus patas. Preguntó: "¿Por qué esa cama tiene tres patas?" Le dijeron: "Porque el dueño de la misma pidió a Dios un anillo, por eso le quitaron una de sus patas y a cambio le dieron el anillo". Fatima se despertó. Al amanecer visitó a su padre y le relató su sueño. El Profeta le dijo: “El mundo no pertenece a vosotros, la otra vida es vuestra. Vuestra cita será el paraíso, ¿en qué se asemejan a este efímero y tramposo mundo?” Luego le aconsejó que colocara el anillo en el mismo lugar donde lo había hallado. Esa noche volvió a soñar. Nuevamente soñó con el paraíso, entró al mismo castillo y vio que aquella cama estaba en perfectas condiciones. Preguntó el motivo y le fue dicho: "El anillo volvió a su lugar y la cama a su condición original".

El amor de Fatima hacia el Profeta

Decía Fatima (P) cuando se reveló la aleya: «No llaméis al Profeta como vosotros os llamáis unos a otros...»:

“Cuando se reveló esta aleya no llamé más a mi padre “Abi” (¡Padre mío!), sino que comencé a llamarlo: '¡Oh, Profeta de Dios!'. Cuando algunas veces me dirigía hacia él y lo llamaba de esa forma, no me respondía y me decía: ‘Querida Fatima, esta aleya no ha sido revelada para ti, tú llámame “Padre”, puesto que esta expresión alegra mi corazón y satisface a Dios’”.

Es cierto que el Profeta era padre y todo padre ama a su hijo, pero, indudablemente el extraordinario amor del Profeta (PBd) hacia su hija se debía a que veía en ella a un perfecto ser humano. Observaba el origen y núcleo de los Imames Infalibles.

El Profeta (PBd) olía en ella la fragancia del paraíso, veía la luz de los Imames en su frente, el calor de la fe en su rostro y la satisfacción de Dios en su satisfacción.

Su desprendimiento de lo material

El Sheij Saduq, en su libro “Amali”, transmitió de Muhammad Ibn Qeis:

“Era costumbre del Profeta (PBd), siempre que regresaba de un viaje, ir primero a la casa de Fatima (P), y quedarse junto a ella un largo rato.

En uno de sus viajes, Fatima (P), en ausencia de su padre, se compró una pulsera, una gargantilla, un par de aros y una cortina para la puerta de la casa, con el fin de estar presentable frente a los ojos de su padre y de su esposo.

Apenas regresó el Enviado de Dios (PBd), se dirigió a la casa de Fatima mientras que los compañeros se detuvieron detrás de la puerta y no sabían si permanecer allí o irse, porque generalmente, cuando el Profeta (PBd) iba a ver a su hija, se demoraba bastante. De repente, observaron que el Enviado de Dios (PBd) salió de la casa de Fatima (P); su semblante reflejaba disgusto. Fue a la Mezquita y se dirigió al mimbar.

Fatima (P), al ver esta actitud del Profeta, se despojó de la pulsera, la gargantilla y los aros, y también de la cortina de la puerta. Todo esto lo envió al Profeta (PBd) y por medio de una persona le transmitió este mensaje: “Tu hija te envía un saludo y te dice ‘Gasta todo esto, en el camino de Dios’”.

Al leerlo dijo: “El mundo (quiere decir, las cosas materiales de este mundo) no pertenece ni a Muhammad ni a su familia”.

Luego de este discurso visitó a Fatima (P).

La grandeza de Fatima el día de la Resurrección

Dijo el Imam ‘Ali ibn Musa Ar-Rida (P), que relató el Príncipe de los Creyentes, del Profeta de Dios: “El Día de la Resurrección una voz surgida de parte de Dios exclamará: '¡Oh, seres! ¡Retiren sus miradas! para dar paso a Fatima'”.

Abu Aiiub Ansarí transmitió del Profeta: “El Día de la Resurrección una voz surgida de parte de Dios exclamará: '¡Retiren sus miradas, porque Fatima atravesará el Sirat (puente)!', y la preciada Fatima lo atravesará escoltada por 70.000 huríes”.

La devoción de Fatima

Dijo el Mensajero de Dios (PBd): “Fatima es parte de mí”.

Es el momento de hablar de Fatima (P), hablar del océano infinito de ciencia y devoción, virtud y resistencia, dulzura y humildad. Hablamos de quien dijera el Profeta Muhammad (PBd): “Fatima es todo mi ser, es mi corazón; Fatima es la Señora de las Mujeres del Universo. Ella es una hurí entre los seres humanos”.

Fatima (P) es una devota, conocedora de Allah, adoradora.

Es sabido que cuando se disponía a rezar, se olvidaba de sí misma y se estremecía su cuerpo por el intenso amor que tenía hacia su Señor.

Se sentía insignificante ante la infinita majestuosidad de su Creador y, debido a su sinceridad y amor por Él, obtuvo una elevadísima jerarquía, hasta tal punto que Allah decía a sus ángeles cuando ella rezaba: “¡Oh, habitantes de mi Trono! ¡observad a mi sierva Gatima (P) cómo humildemente se rinde frente a mi Señorío hasta que se olvida de sí misma”.

También es sabido que ella era superior en todos los aspectos de la vida: en la adoración ('ibadah), en la educación de los hijos, en la obediencia al esposo, en la castidad y pureza, en el comportamiento y la moral islámica .

Dado que el ser humano se refleja a través de sus palabras, consideramos conveniente recurrir a las propias palabras de esta brillante personalidad del Islam, para presentarla a fin de que sirva como provisión a los transeúntes en el camino de Allah.

Hete aquí una interpretación de sus preciadas palabras, las que han sido expresadas en forma de súplicas dirigidas a quienes aceptan a Fatima Zahrá (P), como un modelo orientador de las mujeres del Universo.

Estos, son apenas unos párrafos de los ruegos de la hija del Mensajero de Dios (PBd):

“¡Oh, Dios mío! No permitas que la calamidad entre en la religión, y no permitas que este mundo sea mi mayor meta, ni el límite de mi conocimiento, ¡Oh, quien su puerta está siempre abierta para quien la llame y su velo descubierto para quien lo ame!.

(¡Dios mío!) Cuando recibas mi espíritu, cuéntalo entre los espíritus inmaculados, y mi cuerpo entre los cuerpos purificados, y mis actos entre los actos que Tú aceptas.

(¡Dios mío!) Pido temerte, ya sea en forma oculta o manifiesta, y la justicia, en la ira y en el bienestar. Y te pido la mesura, tanto en la pobreza como en la riqueza, así como que me otorgues tus eternas mercedes. Te imploro la satisfacción en aquéllo que hayas decretado para mí, y el placer de contemplar Tu rostro.

¡Dios mío! otórgame la vida mientras consideres sea conveniente y beneficiosa para mí, y llévame contigo cuando consideres que la muerte sea mejor para mí”.

Pasajes del sermón de Fatima en la mezquita del Profeta

En este Sermón, Fatima (P), desarrolla explícitamente la filosofía de los mandatos de Dios:

“Atestiguo que mi padre Muhammad (PBd), es siervo y enviado de Dios. Lo designó antes de enviarlo, lo nombró antes de crearlo, lo eligió aún cuando las criaturas estaban ocultas en el universo invisible, detrás de los oscuros velos de las tinieblas, antes de la existencia.

Ello, fue porque Dios (Alabado sea), conocía el futuro de los acontecimientos. Dios lo envió para completar Su orden.

Al llegar, observó que los hombres habían perdido su religión y eran amantes del fuego de la incredulidad, decididos a adorar a los ídolos. En ese momento, Dios, a través de mi padre, cambió la oscuridad por la luz. Corrió los velos de la ignorancia de los corazones. Levantó las nubes de la equivocación y desvío que empañaban su visión, y los orientó hacia el sendero recto.

Dios, Altísimo, estableció la fe para ustedes, para purificarlos del politeísmo. La oración, para alejarlos de la arrogancia. El Zakat (la dádiva), para santificar vuestras almas y aumentar vuestro sustento. El ayuno, para confirmar vuestra fidelidad. La peregrinación, para consolidar las bases de vuestra religión. La justicia, un medio para vuestra organización y el acercamiento de vuestros corazones. Estableció la obediencia a Ahlul Bait (gente de la Casa), para unir a la comunidad, y nuestro liderazgo e Imamato, para impedir la discrepancia. La lucha santa, para el engrandecimiento del Islam. La tolerancia y la paciencia, como medio para merecer la recompensa. Ordenó la benevolencia como medio de felicidad común. La bondad hacia los padres, como escudo para impedir la ira Divina. Conservar las relaciones de parentesco, para alargar la vida y aumentar la cantidad de seres. Estableció la ley del talión, para proteger la vida de los seres humanos. El cumplimiento de las promesas, como medio para alcanzar la indulgencia Divina. Completar el peso, justamente, para evitar la merma en el comercio. Vedó la bebida alcohólica para evitar la impureza y la corrupción...

Temed al Único Dios como merece, no muráis más que entregados a Él, y obedecedle en Sus órdenes. Ciertamente, los que temen a Dios, de entre los siervos, son los sabios.

Este Sermón, además de estar detallados en los libros de la escuela Shi'a, se encuentran también en los de la escuela Sunnah. Por ejemplo: “Balagat An Nisa”, de Ahmad Ibn Abi Tahir y "Sharh de Nahyul Balagah", de Ibn Abil Hadid.

Tras la muerte del Profeta

La confiscación de Fadak

Fadak que era un terreno cercano a Jaybar propiedad del Profeta. Durante su vida, el Mensajero de Allah (PBd) le había cedido este huerto a su hija Fátima.

Sin embargo, no bien falleció el Profeta Muhammad (PBd) fue tramada una gran injusticia cuyas cicatrices todavía permanecen en el cuerpo político de la Ummah musulmana.

Un grupo de los compañeros del Profeta Muhammad (PBd) violó el juramento de fidelidad dado a Imam ‘Ali como Amir al Mu’minin (Comandante de los Creyentes), tan solo dos meses y 10 días antes, tras la orden de Dios en Ghadir Jum y decidieron usurpar su título y derechos políticos. No satisfechos con el Califato, dicho grupo comenzó a oprimir severamente a la bendita familia del Profeta.

La primera decisión que toman es confiscar Fadak, vasándose en un hadiz inventando que falsamente atribuyeron al Profeta Muhammad (PBd) y que decía: "Los Profetas no dejan herencia y cualquier bien que ellos dejan es para la caridad". De esta manera prendían paralizar económicamente a Imam ‘Ali (P), ya que sus ingresos pasaron a depender ahora por completo de lo que recibe de la bolsa pública.

En aquel momento Fátima (P) decidió que era tiempo de dar un paso revolucionario en defensa de los derechos otorgados por el Creador Omnipotente a los seres humanos. En un sermón elocuente, que se conserva en los libros de hadices e historia, puso al descubierto la ignorancia de las nuevas autoridades sobre el Corán y la Sunna, para la elaboración de los principios de Islam. Después de alabar a Dios y a la Justicia Divina, ella habló sobre la misión de su padre para librarlos de la oscuridad del escepticismo.

Ella les hizo ver su ingratitud y codicia por lo mundano al rechazar a un Imam Justo provocándole un daño irreparable a la humanidad. Asimismo, mencionó el Versículo del Santo Corán donde Allah cita la súplica de Zacarías que dice: «Regálame, pues, de Ti un descendiente, que me herede a mí y herede de la familia de Jacob...» (19:5 y 6). Y, además: «Y Salomón heredó a David...» (27:16).

Fátima continuó amonestándoles:

“El Libro de Allah todavía está entre ustedes, sus asuntos son claros, sus reglas evidentes, sus signos deslumbrantes, sus restricciones y mandatos visibles. Aun así, ustedes lo han arrojado hacia atrás... ¿Lo detestan? ¿O conforme a algo más ustedes desean gobernar?”.

Ella concluyó su sermón con la siguiente advertencia:

“Ahora aten firmemente a este camello barato que es su califato y no lo suelten. Pero tengan cuidado con su joroba pues se daña si hay ampollas y agujeros en sus patas. Lleva la marca de la ignominia y el signo de la ira de Allah. La eterna vergüenza está ligada a él”.

Fue un discurso extraordinario que trazó la línea entre la fe y la hipocresía. Reveló la elevada condición de las mujeres en el Islam y les dio un modelo excelente para basar sus vidas.

La muerte de Fatima

Cada día que pasa se impacienta más por la muerte. La única forma en que podría soportar permanecer viva es si pudiera refugiarse en su padre y estar a su lado cuando su fe y su espíritu rebosasen de quejas y pena.

¡Qué necesidad tiene de tal refugio, tal paz! Pero el tiempo pasa lentamente. Noventa y nueve días han pasado desde que su padre le prometiera la muerte y la muerte no llega.

Llega el día, el 3 de Yumad az-Zani del año 11 de la emigración, el año de la muerte de su padre. Besa a cada uno de sus hijos. Hasan tiene siete, Husain seis, Zainab cinco, y Umm Kulthum tres.

Envía para que venga Rafi’a. Ella había organizado el funeral del Profeta y le dice: “Oh esclava de Dios. Vierte agua sobre mí para que pueda lavarme?”.

Con paciencia y en paz, hace la ablución. Entonces se pone las ropas que no había usado desde la muerte de su padre y las había guardado. Es como si hubiera apartado el recuerdo de su luto y ahora va a ir a ver un amigo querido.

Le dice a Umm Rafi’a: “Pon mi cama en medio de la habitación”.

Suave y tranquilamente se mete en la cama. Enfrenta la Ka’aba y espera. Pasa un momento, momentos...

De pronto se escuchan llantos dentro de la casa. Cierra sus párpados y abre sus ojos a su Amado que la estaba esperando. Una vela de fuego y pena se apaga en la casa de ‘Ali.

Y ‘Ali se queda solo, con sus hijos.

Le había pedido a ‘Ali que la enterrara por la noche para que nadie pudiera conocer su tumba y para que los traidores no siguieran su cadáver hasta la tumba.

‘Ali hizo como le había pedido. Pero nadie sabe cómo. Y todavía no saben dónde. ¿En su casa? ¿O en Baqhia? No está claro. ¿Y dónde en Baqhia? No está claro.

Fatima llega a ser una de las cuatro figuras más altas de mujer en la historia de la humanidad: María, Asiah, Jadiyah y finalmente, Fatima.

El valor de María está en Jesucristo, a quien ella dio a luz y crió. El valor de Asiah, la mujer del Faraón, está en Moisés, a quien ella crió y amparó. El valor de Jadiyah está en Muhammad, a quien ella amparó, y en Fatima, a quien dio a luz y crió.

¿Y el valor de Fatima?, ¿a quién pertenece su valor?, ¿a Jadiyah?, ¿a Muhammad?, ¿a‘Ali?, ¿a Hasan?, ¿a Husain?, ¿a Zainab?... El valor de Fatima pertenece ¡¡¡a elle misma!!!