Apuntes biográficos
La recién nacida de la Revelación
El día viernes, 20 de Yumad az-Zani, cinco años
después de que el Profeta fuera designado como tal, bajo
el cielo del Hiyaz, en los declives de las rocosas montañas
de La Meca, frente al panorama de la Ka'ba, en la Casa de la Revelación,
en el sitio que el Profeta iluminaba cuando recitaba versículos
del Corán, en la casa que los ángeles conocían
muy bien y frecuentaban, en la casa donde la voz celestial del
Profeta, cuando oraba mañana y tarde, vinculaba su suelo
al cielo, en la casa que fuera esperanza de los huérfanos,
en el lugar al que se abocaban los desamparados, en el refugio
de los desterrados, en la casa del Profeta y de Jadiyah, nació
una bella niña... la hija de Muhammad.
La manifestación de la pureza, la humanidad hecha mujer,
la igual de ‘Ali (P), la Señora de las mujeres del
universo, Fatima, llegó a este mundo. La casa del Enviado
de Dios (PBd) fue la institución de amor y cariño.
En aquellos días, cuando el Profeta atravesaba las dificultades
propias de su lucha por salvar a los hombres, como una brisa suave,
acariciaba los agotados semblantes de sus padres y minimizaba
el dolor de los días más penosos del Mensaje.
¡Qué hermoso que una niña fuera tan valorada!,
de la cual dijera el Enviado de Dios: “Es mi alma...
Cuando anhelo oler el perfume del paraíso me acerco a Fatima”.
Esto no es nada extraño tratándose de Fatima,
ya que ella conforma el grupo al cual Dios hace referencia y elogia
en el Sagrado Corán, cuando dice:
«Allah solo quiere alejar de vosotros la
impureza, ¡oh Gente de la Casa (profetica)!, y purificaros
de sobremanera»
(Sura Al- Ahzab, 33:33)
Fatima es la síntesis del Santo Profeta del Islam, su
brillante vida es merecedora de toda alabanza celestial. Fue escogida
por Dios entre todas las mujeres. Es quien con su firmeza afirmó
el valor de la mujer. Sólo su existencia es el mejor testigo
de que la mujer es capaz de volar a la cima espiritual que alcanzan
los hombres.
Junto a su padre
Fatima contaba con dos años de edad cuando, junto a su
padre, sufrió el bloqueo económico de Quraish. Soportó
las más difíciles condiciones de vida, pasó
hambre durante tres años en el valle de Abu Talib, junto
a todos los musulmanes. Al décimo año de la Bi'zah
(proclamación de Muhammad como Profeta), poco después
de abandonar el valle, perdió a su querida madre, a la
que diez años de lucha y aflicción habían
debilitado. Aunque para aquella pequeña niña aquel
acontecimiento fue muy doloroso, la compañía de
su padre hacía menos trágico su infortunio.
Cuando tenía ocho años, poco después de
la emigración del Profeta a Medina, partió hacia
allí junto a ‘Ali (P) y un grupo de mujeres. Una
vez más se reunió con su padre. En los difíciles
momentos vividos por el Profeta en Medina, Fatima siempre lo acompañaba.
En la batalla de Uhud, cuando los musulmanes asumieron el fracaso,
con prisa Fatima fue hacia el campamento y junto con ‘Ali
se encargó de curar las heridas de Muhammad (PBd).
Fatima creció con el Islam, vivió con el Corán,
respiró el aire del Mensaje de la Profecía, su vida
no estaba desvinculada de la de su padre. Inclusive luego de su
casamiento su casa era vecina a la suya. El Profeta (PBd) frecuentaba
su casa más que cualquier otro sitio. Cada mañana
antes de dirigirse a la mezquita, visitaba a Fatima. Cuando emprendía
un viaje, la última persona en despedir era Fatima. A su
regreso, ella era a la primera que visitaba. Esto significaba
que él no deseaba separarse de Fatima ... y en sus últimas
horas de vida Fatima estuvo llorando junto a su lecho. El Profeta
la consoló anunciándole que sería la primera
en seguir sus pasos.
La madre de Fatima
Fatima vivió junto a su sacrificada madre sólo
durante cinco años. Jadiyah fue la primera dama del Islam.
El Profeta hablaba así de ella: “Jadiyah es una
de las mejores mujeres de esta Ummah -Comunidad-”.
Era tan amada por el Profeta que luego de su muerte solía
recordarla.
Dijo 'Aisha: “El Profeta recordaba tanto a Jadiyah,
que un día le dije: ‘¡Oh, Enviado de Dios!:
Jadiyah no era más que una anciana, Dios te ha agraciado
con alguien mejor’. A lo que el Profeta me respondió:
‘Juro por Dios que El no me ha dado nada mejor. Creyó
en mí cuando todos permanecían sumergidos en la
incredulidad, me corroboró cuando otros me desmentían,
puso a mi disposición sus bienes cuando otros me privaban
de ellos, y Dios, el Altísimo, me ha otorgado mi descendencia
gracias a ella’”.
El amor del Profeta (PBd) hacia Fatima (P)
De entre las maravillas que exaltan de manera más relevante
la vida de Fatima, se encuentra el extraordinario amor de su padre
hacia ella. Sabiendo que el Profeta del Islam es la mejor criatura
y el más próximo a Dios, y que sus dichos, su proceder
y tradición son el criterio de la verdad y la justicia
en todos los aspectos, se nos esclarece mucho más la elevada
jerarquía de Fatima, sobre todo teniendo en cuenta que,
según lo expresado por el Corán, el Profeta no decía
palabra alguna en forma vana y caprichosa, sino que todo lo que
expresaba se originaba de la inspiración divina.
«...No habla por capricho, sino que es Inspiración
que le es Revelada»
(Corán 53:3 y 4)
El Profeta tenía otras hijas y aunque con todas ellas,
e inclusive con otros parientes era muy amable y cariñoso,
su particular amor hacia Fatima era muy evidente. Es interesante
saber que en numerosas oportunidades expresaba ante la gente su
amor hacia ella y les recomendaba el buen trato para con ella.
Esto por sí solo constituye un documento que verifica que
la vida de Fatima y sus hijos están enlazados con el destino
del Islam y deja en claro que la relación entre el Profeta
y Fatima no fue sólo un vínculo de padre e hija
sino que está estrechamente unido a los asuntos vitales
de una sociedad, el futuro de una comunidad y órdenes divinas
respecto a la comandancia de la Ummah (comunidad) Islámica
. He aquí algunas expresiones y actitudes de amor y cariño
del Profeta respecto a Fatima (P):
- Siempre que se iba de viaje, la última persona de
la que se despedía era Fatima, y cuando regresaba era
la primera a la que iba a ver.
- El Imam Baqir y el Imam Sadiq (con ambos sea la paz), dijeron
que el Profeta (PBd), siempre antes de dormir, iba a ver a Fatima,
le daba un beso, la apoyaba en su regazo, y suplicaba por ella.
- El Profeta (PBd) dijo: “Fatima es parte de mí.
Quienquiera que la alegre me alegra , y quienquiera que la enfade
me enfada. Fatima es la persona más preciada para mí”.
- También dijo (PBd): “Fatima es parte de mí.
Es el corazón y el espíritu que están dentro
mío. Quien la molesta me molesta , y quien me molesta
está molestando a Dios”.
- Dijo (PBd): “Ciertamente que la primera persona
en entrar al Paraíso será Fatima; su ejemplo en
esta comunidad es como el ejemplo de María, hija de Imran,
entre los hijos de Israel”.
- También expresó (PBd): “...Mi hija
Fatima es la Señora de las mujeres del universo, desde
las primeras hasta las últimas. Ella es parte de mí;
es la luz de mis ojos; es el fruto de mi ser, es el espíritu
que hay en mí; es una hurí de la especie humana
que ha surgido de mí. Cuando ella se constituye en oración
en su lugar de rezo ante la presencia de su Señor, su
luz brilla para los ángeles que están en el cielo,
así como las estrellas brillan para los moradores de
la tierra; entonces Dios, Poderoso e Imponente, dice a Sus ángeles:
‘¡Angeles míos!: Vean a Mi sierva Fatima,
la Señora de todas mis siervas que está en mi
presencia, cómo vibra por piedad y temor a Mí,
cómo su corazón está colmado de adoración
por Mí. Sed testigos que Yo pondré a sus seguidores
a salvo del fuego infernal’”.
Un casamiento celestial
En el segundo año de la hégira, el Profeta (PBd)
dio en matrimonio a Fatima a Amir Al-Mu'minin ‘Ali (con
ambos sea la paz). Ciertamente que esta unión era la única
digna de ambos, ya que según lo expresado por el mismo
Profeta y enfatizado por los inmaculados Imames: “Si
‘Ali no hubiese existido, no habría nadie que se
casara con Fatima, y si no hubiera existido Fatima, no habría
nadie que mereciera a ‘Ali”.
Fatima había rechazado a muchos pretendientes de entre
los más nobles y ricos de Quraish y de los árabes.
El Profeta decía: “El casamiento de Fatima será
concretado por orden divina”. Poco a poco los compañeros
del Profeta se dieron cuenta de que el casamiento de su hija no
era un asunto fácil, y que cualquier persona, aunque tuviera
mucho prestigio y riquezas, no conseguiría su consentimiento.
Quien desposara a Fatima debía ser por su veracidad, fe
y virtudes espirituales y morales, alguien que se encontrara justo
detrás del Profeta; y no había nadie más
que ‘Ali (P) que cumpliera con estos requisitos. Cuando
finalmente se animó a pedir la mano de Fatima, el Profeta
le dijo: “Antes de que llegaras, un ángel me
informó que Dios, Exaltado Sea, ha ordenado que casara
a Fatima con ‘Ali”.
Cuando le preguntaron a ‘Ali qué tenía para
solventar la boda, él respondió que no tenía
más que su armadura, su espada y su camello con el cual
transportaba agua para la gente. El Profeta le dijo que vendiera
su armadura, y con ese dinero, que llegaba a quinientos dirham,
fueron comprados los utensilios para la casa y un ajuar muy simple
para Fatima (P). Se realizó una ceremonia donde dieron
de comer a los invitados, y luego con alegría y con las
súplicas del Profeta (PBd), las mujeres rodearon al camello
de Fatima acompañándola a la casa de ‘Ali.
Y así, tan sencillamente, terminó el casamiento
de la más virtuosa de las mujeres del universo.
Cuando ‘Ali fue a pedir la mano de Fatima, el Profeta
le dijo: “Antes que tú, vinieron muchos pretendiendo
a Fatima y con cada uno, siempre que le comentaba a ella al respecto,
se daba vuelta y lo rechazaba, así que espera hasta que
yo vuelva”. Entonces el Profeta fue con Fatima y le
informó que ‘Ali la pretendía, y ella se mantuvo
en silencio pero no le dio la espalda. El Mensajero de Dios (PBd),
entonces, se levantó diciendo: “Allahu Akbar
(Dios es el Más Grande), su silencio es su afirmación”.
La dote de casamiento que ‘Ali (P) dio a Fatima (P), fue
una armadura que fue vendida, e incluso con parte de ese dinero
se compraron cosas para la casa y el ajuar que se detalla a continuación:
Un vestido comprado por 7 dirhames, un pañuelo al precio
de 1 dirham, una cama árabe de madera, 2 colchones, cuatro
almohadas, una cortina, un mortero de piedra, un recipiente para
la leche, una bolsa de piel para guardar el agua, una alfombrilla,
una bolsa de piel y dos o tres elementos más.
Compartía las tareas del hogar con su sirvienta
Debemos considerar que Fatima (P), durante sus primeros años
de vida, vivió muy humildemente. Luego de su posesión
de Fadak su situación mejoró y Fidda fue una sirvienta
que el Profeta le asignó. Por lo tanto, si en algunas narraciones
se hace referencia a su dificultosa vida y en otras se habla de
su sirvienta, son acontecimientos sucedidos en diferentes períodos.
Relata Salman Al-Farsi: “Fatima se encontraba moliendo
cebada para hacer harina. Sobre la manija del molino había
sangre; la mano de Fatima estaba herida. Husain (P), que en esa
época era un niñito, estaba llorando. Le dije: ‘¡Oh,
hija del Enviado de Dios!: te estás lastimando cuando tienes
a Fidda para que te ayude a hacerlo’. Dijo: ‘El Enviado
de Dios me ha aconsejado trabajar un día cada una. Su turno
fue ayer...’”
La humildad de Fatima y su temor a Dios
Cuando descendieron los versículos 43 y 44 de la Sura
Al Hiyr, “Petra”, que dicen:
«Por cierto que el infierno será el destino de
todos ellos. Tiene siete puertas y cada una esta destinada a una
parte de ellos»
(Corán 15:43-44)
el Profeta se echó a llorar desconsoladamente. Al verlo
en ese estado sus discípulos también lloraron, desconociendo
lo que Gabriel le había anunciado. Ninguno se atrevía
a preguntarle el motivo de su llanto. Entonces, sabiendo que lo
único que podía quitarle la tristeza era la presencia
de Fatima, Salman fue a buscarla. Al verla observó que
ella estaba moliendo cebada y diciendo:
«Lo que esta junto a Dios es preferible y mas perdurable»
(Corán 42:36)
y vestía un manto rústico con muchos remiendos.
Salmán le comunicó lo sucedido y de inmediato
se preparó para salir con el manto que llevaba puesto.
A Salmán le conmovió la humildad de Fatima y dijo:
"¡Observa! Las hijas de Kisrah y el César
visten ropas de seda y gasa y la hija de Muhammad (PBd) usa un
manto áspero con muchos remiendos”.
Fatima (P) se acercó al Profeta, saludó y dijo:
“Querido padre, Salmán se sorprendió al
ver mi ropa, mientras juro por Quien te ha designado Profeta que
hace cinco años que ‘Ali y yo no contamos más
que con un cuero de oveja que durante el día usamos en
nuestros quehaceres y durante la noche nos sirve de lecho. Nuestra
almohada es de hoja de palmera”. El Profeta dijo:
“¡Oh, Salman! Mi hija pertenece al grupo de los Sabiqun
(los primeros creyentes)". Dijo Fatima: “¡Padre!:
¿Qué fue lo que causó tu tristeza?”.
El Profeta le recitó el versículo recién
revelado. Al oírlo, Fatima lloró tan intensamente
que quedó en un estado de gran emoción y repetía
constantemente: “¡Pobre de aquél que sea
arrojado al fuego...”.
Sí, esa era la humildad de Fatima, su estado no sólo
impresionaba a los demás sino que su propio padre al ver
su sencillez se conmovía.
Fatima, vistiéndose humildemente, enviaba un mensaje
a toda la humanidad; ella decía que si el hombre se sumerge
ilimitadamente en la vida lujosa es incapaz de alcanzar las elevadas
virtudes humanas. De este modo deseaba hacer comprender que el
real valor no está en la apariencia o la forma de vestir
sino que el espíritu es el criterio de su humanidad. De
esta forma, Fatima quiso demostrar que los líderes de una
sociedad deben mantener sus vidas en un nivel similar al de los
estratos desposeídos de la misma para así hacer
más llevadera sus vidas.
Ibn Shahr Ashub relata del Tafsir (interpretación coránica)
“Za'labi” y el “Tafsir Gushairi”
que dijo el Imam Sadiq (P):
Un día el Enviado de Dios vio a Fatima (P) vistiendo
un atuendo de lana de camello. Con sus manos trabajaba con el
molino y al mismo tiempo amamantaba a su hijo. El Profeta se conmovió
y le dijo: “¡Hija mía!: Soporta la amargura
de este mundo hasta alcanzar la dulzura del Ajirat (otro mundo)”.
La respuesta de Zahrá (P) a su padre fue la siguiente:
¡Oh, enviado de Dios, las alabanzas pertenecen a Dios por
sus mercedes y el agradecimiento es solo para Dios por sus gracias!.
El conocimiento de Fatima
Uno de los brillantes roles de Fatima Zahrá (P) fue el
de elevar el nivel cultural de la sociedad, desarrollar los pensamientos
e ideas de la gente y alejar los problemas y ambigüedades
de entre ellos.
Ella (P) daba respuesta tanto a las cuestiones simples como
así también a los más complicados problemas,
y esto tan sólo fue factible de llevar a cabo gracias a
su vasto conocimiento, su condición intelectual y sus altas
motivaciones. Esta gran mujer del Islam soportó las dificultades
de difundir el Islam y de enseñar y educar, y así
como una antorcha que ilumina el camino guiando a la sociedad
y consumiéndose a sí misma, otorgó nobleza
a los corazones y almas de la gente.
Ella dispuso para sí misma como línea de conducta
la defensa de los grandes valores, el combatir incansablemente
contra las innovaciones que se hacían dentro del Islam,
la ignorancia, la desviación y la inconciente monotonía
de la sociedad. Por estos motivos la comunidad también
debe familiarizarse lo más posible con la jerarquía
y derechos de sus propios líderes y sentirse a sí
misma como un humilde alumno ante ellos y luchar a su lado hasta
que lo dificultoso llegue a su perfección, lo débil
se fortalezca y las tinieblas se conviertan en luz.
Tal comunidad no debe considerar una vergüenza preguntar
sobre lo que no sabe, sino que debe consultar respecto a ello
para que así se abran ante sí las purtas del conocimiento
profundo.
Dijo el Imam As-Sadiq (P): “En la puerta del conocimiento
hay un cerrojo cuya llave es la pregunta”.
Dijo el Imam Al-Kazim (P): “Conversar con un sabio
en un lugar inadecuado es mejor que hacerlo con un ignorante sobre
la alfombra de un recinto educativo”.
Fatima es el ejemplo perfecto a este respecto, pues desde su
infancia estuvo en medio de la sociedad y fue compasiva y confidente
de la gente. Esta gran dama tenía una comunicación
sincera y justa con quienes la seguían.
Relata 'Ammar: “Un día entró ‘Ali
Ibn Abi Talib a su casa y Fatima le dijo: ‘¡Oh, ‘Ali!
¡Acércate, te contaré los sucesos del pasado
y el futuro!’. El Imam, asombrado por la actitud de Fatima,
fue hacia el Profeta. Lo saludó y se sentó a su
lado. Muhammad le dijo: ‘¡’Ali! ¿Comienzas
tú o lo hago yo?’. ‘Ali dijo: ‘Me encantaría
oírte, Profeta de Dios’. Dijo: ‘¿Has
venido a verme por lo que te comentó Fatima?’. Preguntó
‘Ali: ‘¡Enviado de Dios! ¿Acaso la jerarquía
de Fatima es de nuestra misma luz?’. Respondió el
Profeta: ‘¿Es que no lo sabías?’. Al
escucharlo se prosternó ante Dios (estaba feliz por ello).
Regresó hacia Fatima y ella le dijo: ‘¡’Ali,
creo que sé para qué fuiste y también lo
que te respondió mi padre!’. Dijo: ‘Sí,
¡Oh, hija del Profeta!’. Dijo Fatima: ‘¡Ia
Abal Hasan, Dios creó mi luz en el paraíso y la
misma alababa a Dios! Luego la confió a uno de los árboles
del paraíso, y cuando mi padre ascendió a los cielos
le fue ordenado probar los frutos de aquel árbol y así
fue que mi luz se albergó en su ser. ¡Oh, ‘Ali,
yo soy aquella luz! A través suyo percibo el pasado y el
futuro. ¡Oh, Abal Hasan, el creyente ve por medio de la
luz divina!’”.
Dijo el Imam Hasan Al Askari (P): “Una mujer visitó
a Fatima y le dijo: ‘Tengo una madre discapacitada y me
ha enviado para preguntarte una cuestión de la oración’.
Esta formuló su pregunta y Fatima le respondió.
Por segunda vez le hizo una pregunta y también le dio la
respuesta. Y le hizo unas diez preguntas. Zahrá (P) respondió
a todas ellas”.
Luego la mujer recapacitó y se sintió avergonzada
por el tiempo que demoró su visita: “¡Oh,
hija del Enviado de Dios! No te molestaré más, te
he cansado demasiado”. Fatima dijo: “¡No
te avergüences! Pregunta lo que quieras, no me cansaré
de responderte, al contrario, lo haré con gusto. ¿Acaso
si se emplea a una persona para llevar una carga y a cambio se
lo retribuye con 100.000 dinares, le molestaría?”.
La mujer dijo: “¡Claro que no!, la paga es muy
grande”. Fatima le explicó: “Por cada
pregunta que te respondí Dios me recompensará de
un modo tal que supera a una cantidad de perlas que ocupen el
espacio existente entre el cielo y la tierra. ¿Podría,
por lo tanto, cansarme?".
He oído de mi padre que decía: “Los
sabios que me sigan serán presentados el día del
Juicio y , de acuerdo a su conocimiento y su grado de esfuerzo
por orientar a los hombres, los recompensará. Dará
a cada uno de ellos miles de vestiduras luminosas. Entonces, una
voz, venida de parte de Dios, dirá: '¡Obsequien a
los sabios hasta compensar lo que ellos entregaron!'. Luego ordenará
multiplicar los regalos a todos”.
Dijo Fatima: “¡Oh, sierva de Dios!, una ínfima
parte de esos obsequios supera miles de veces a todo lo que el
sol alcanza a iluminar, puesto que los asuntos del mundo están
junto a la tristeza y el dolor. En cambio, las mercedes de la
otra vida carecen de toda imperfección“.
Respecto a la sabiduría de Fatima dice el Ayatullah Yauadi
Amulí -sabio contemporáneo-: “Fatima comparte
con su padre, esposo e hijos la infalibilidad y sabiduría
respecto al pasado y el futuro”.
También es sabido que Fatima, luego del fallecimiento
del Profeta, era frecuentemente visitada por los ángeles,
motivo por el cual se la denominó “Muhaddazah”
(la que conversa con los ángeles). Durante este período
Fatima dictaba a ‘Ali (P) los principales acontecimientos
futuros de la comunidad islámica. El libro fue llamado
“Sahifatuf Fatimiiah” y los Imames lo protegían
como a un tesoro.
Actualmente se halla en manos del duodécimo Imam Al-Mahdi
(P).
El trato de Fatima para con ‘Ali (P)
El Príncipe de los Creyentes dijo:
“La lucha de la mujer es la atención adecuada a
su esposo”.
Sabemos que en el Islam el “yihad” (la lucha) es
una de las mejores acciones. El dicho transmite que la recompensa
que se da a los hombres por la lucha en el camino de Dios es igual
a la de la mujer que cumple con este dicho.
Atender bien al esposo significa convertir el hogar en un ámbito
de ternura, amor y armonía. Proceder de tal manera que
cuando el hombre regresa cansado luego de una jornada de trabajo,
al ver a su esposa desaparezca su agotamiento y encuentre allí
el lugar de su sosiego. Fatima (P) no fue negligente ni un sólo
instante durante el corto tiempo que vivió junto a ‘Ali,
a pesar de haber sido los años más duros para el
Islam. Dice ‘Ali de Fatima: “Cuando regresaba
a casa y veía a Fatima, desaparecía toda mi tristeza”.
Dijo en otra ocasión: “¡Por Dios,
que jamás hice algo por lo cual Fatima se disgustara conmigo!”.
Fatima no era una mujer que se ocupara sólo de las tareas
del hogar ni tampoco era indiferente respecto a los aconteciminetos
y eventos relacionados con el Islam.
La historia nos demuestra que en toda ocasión que requería
su presencia ella allí estaba, inclusive en el frente de
batalla.
En sus últimos instantes de vida, dijo Fatima a ‘Ali:
“¡Oh, primo! Jamás has oído de mi
mentira ni traición, desde que estuve contigo no recuerdo
haberte desobedecido”. ‘Ali dijo: “Me
refugio en Dios, (hija del Profeta), tú eres más
conocedora de Dios, más bondadosa, más devota, generosa
y temerosa, como para que yo pueda reprocharte desobediencia”.
Y aquí comprendemos la realidad del dicho del Imam Sadiq
(P) que versa:
“Si Dios, Bendito y Altísimo, no hubiera creado
al Príncipe de los Creyentes para ser esposo de Fatima,
no hubiera existido sobre la faz de la tierra nadie que mereciera
ser su pareja, ni entre los hijos de Adán ni ningún
ser de otra naturaleza”
Una transacción ventajosa
Echando un vistazo a la niñez y adolescencia de Fatima
observamos que el Profeta no desaprovechaba ninguna oportunidad
para utilizarla en su educación espiritual. Ibn Shahr Ashub
relata el siguiente episodio basado en fuentes de la escuela Sunnah:
Cierta vez Fatima pidió a su padre un anillo. El Profeta
le dijo: “Al finalizar la oración de la noche
pide a Dios un anillo y El te lo concederá”.
Fatima, observando el consejo de su padre, así lo hizo.
Y oyó una voz que le dijo: "Fatima lo que has
pedido está debajo de tu lugar de oración".
Ella levantó la tela y observó un bello anillo de
rubíes. Feliz lo tomó y lo colocó en su dedo.
Al llegar la medianoche soñó que estaba en el paraíso.
Allí vio tres castillos, cuya grandeza y belleza superaba
al resto de ellos. Preguntó: "¿A quién
pertenecen?" Le dijeron: "Son de Fatima, la
hija de Muhammad (PBd)". Entró a uno de ellos,
lo recorrió y vio allí una cama a la que le faltaba
una de sus patas. Preguntó: "¿Por qué
esa cama tiene tres patas?" Le dijeron: "Porque
el dueño de la misma pidió a Dios un anillo, por
eso le quitaron una de sus patas y a cambio le dieron el anillo".
Fatima se despertó. Al amanecer visitó a su padre
y le relató su sueño. El Profeta le dijo: “El
mundo no pertenece a vosotros, la otra vida es vuestra. Vuestra
cita será el paraíso, ¿en qué se asemejan
a este efímero y tramposo mundo?” Luego le aconsejó
que colocara el anillo en el mismo lugar donde lo había
hallado. Esa noche volvió a soñar. Nuevamente soñó
con el paraíso, entró al mismo castillo y vio que
aquella cama estaba en perfectas condiciones. Preguntó
el motivo y le fue dicho: "El anillo volvió a
su lugar y la cama a su condición original".
El amor de Fatima hacia el Profeta
Decía Fatima (P) cuando se reveló la aleya: «No
llaméis al Profeta como vosotros os llamáis unos
a otros...»:
“Cuando se reveló esta aleya no llamé
más a mi padre “Abi” (¡Padre mío!),
sino que comencé a llamarlo: '¡Oh, Profeta de Dios!'.
Cuando algunas veces me dirigía hacia él
y lo llamaba de esa forma, no me respondía y me decía:
‘Querida Fatima, esta aleya no ha sido revelada para ti,
tú llámame “Padre”, puesto que esta
expresión alegra mi corazón y satisface a Dios’”.
Es cierto que el Profeta era padre y todo padre ama a su hijo,
pero, indudablemente el extraordinario amor del Profeta (PBd)
hacia su hija se debía a que veía en ella a un perfecto
ser humano. Observaba el origen y núcleo de los Imames
Infalibles.
El Profeta (PBd) olía en ella la fragancia del paraíso,
veía la luz de los Imames en su frente, el calor de la
fe en su rostro y la satisfacción de Dios en su satisfacción.
Su desprendimiento de lo material
El Sheij Saduq, en su libro “Amali”, transmitió
de Muhammad Ibn Qeis:
“Era costumbre del Profeta (PBd), siempre que regresaba
de un viaje, ir primero a la casa de Fatima (P), y quedarse junto
a ella un largo rato.
En uno de sus viajes, Fatima (P), en ausencia de su padre,
se compró una pulsera, una gargantilla, un par de aros
y una cortina para la puerta de la casa, con el fin de estar presentable
frente a los ojos de su padre y de su esposo.
Apenas regresó el Enviado de Dios (PBd), se dirigió
a la casa de Fatima mientras que los compañeros se detuvieron
detrás de la puerta y no sabían si permanecer allí
o irse, porque generalmente, cuando el Profeta (PBd) iba a ver
a su hija, se demoraba bastante. De repente, observaron que el
Enviado de Dios (PBd) salió de la casa de Fatima (P); su
semblante reflejaba disgusto. Fue a la Mezquita y se dirigió
al mimbar.
Fatima (P), al ver esta actitud del Profeta, se despojó
de la pulsera, la gargantilla y los aros, y también de
la cortina de la puerta. Todo esto lo envió al Profeta
(PBd) y por medio de una persona le transmitió este mensaje:
“Tu hija te envía un saludo y te dice ‘Gasta
todo esto, en el camino de Dios’”.
Al leerlo dijo: “El mundo (quiere decir, las cosas
materiales de este mundo) no pertenece ni a Muhammad ni a su familia”.
Luego de este discurso visitó a Fatima (P).
La grandeza de Fatima el día de la Resurrección
Dijo el Imam ‘Ali ibn Musa Ar-Rida (P), que relató
el Príncipe de los Creyentes, del Profeta de Dios:
“El Día de la Resurrección una voz surgida
de parte de Dios exclamará: '¡Oh, seres! ¡Retiren
sus miradas! para dar paso a Fatima'”.
Abu Aiiub Ansarí transmitió del Profeta: “El
Día de la Resurrección una voz surgida de parte
de Dios exclamará: '¡Retiren sus miradas, porque
Fatima atravesará el Sirat (puente)!', y la preciada Fatima
lo atravesará escoltada por 70.000 huríes”.
La devoción de Fatima
Dijo el Mensajero de Dios (PBd): “Fatima es parte
de mí”.
Es el momento de hablar de Fatima (P), hablar del océano
infinito de ciencia y devoción, virtud y resistencia, dulzura
y humildad. Hablamos de quien dijera el Profeta Muhammad (PBd):
“Fatima es todo mi ser, es mi corazón; Fatima
es la Señora de las Mujeres del Universo. Ella es una hurí
entre los seres humanos”.
Fatima (P) es una devota, conocedora de Allah, adoradora.
Es sabido que cuando se disponía a rezar, se olvidaba
de sí misma y se estremecía su cuerpo por el intenso
amor que tenía hacia su Señor.
Se sentía insignificante ante la infinita majestuosidad
de su Creador y, debido a su sinceridad y amor por Él,
obtuvo una elevadísima jerarquía, hasta tal punto
que Allah decía a sus ángeles cuando ella rezaba:
“¡Oh, habitantes de mi Trono! ¡observad
a mi sierva Gatima (P) cómo humildemente se rinde frente
a mi Señorío hasta que se olvida de sí misma”.
También es sabido que ella era superior en todos los
aspectos de la vida: en la adoración ('ibadah), en la educación
de los hijos, en la obediencia al esposo, en la castidad y pureza,
en el comportamiento y la moral islámica .
Dado que el ser humano se refleja a través de sus palabras,
consideramos conveniente recurrir a las propias palabras de esta
brillante personalidad del Islam, para presentarla a fin de que
sirva como provisión a los transeúntes en el camino
de Allah.
Hete aquí una interpretación de sus preciadas
palabras, las que han sido expresadas en forma de súplicas
dirigidas a quienes aceptan a Fatima Zahrá (P), como un
modelo orientador de las mujeres del Universo.
Estos, son apenas unos párrafos de los ruegos de la hija
del Mensajero de Dios (PBd):
“¡Oh, Dios mío! No permitas
que la calamidad entre en la religión, y no permitas que
este mundo sea mi mayor meta, ni el límite de mi conocimiento,
¡Oh, quien su puerta está siempre abierta para quien
la llame y su velo descubierto para quien lo ame!.
(¡Dios mío!) Cuando recibas mi espíritu,
cuéntalo entre los espíritus inmaculados, y mi cuerpo
entre los cuerpos purificados, y mis actos entre los actos que
Tú aceptas.
(¡Dios mío!) Pido temerte, ya sea en
forma oculta o manifiesta, y la justicia, en la ira y en el bienestar.
Y te pido la mesura, tanto en la pobreza como en la riqueza, así
como que me otorgues tus eternas mercedes. Te imploro la satisfacción
en aquéllo que hayas decretado para mí, y el placer
de contemplar Tu rostro.
¡Dios mío! otórgame la vida
mientras consideres sea conveniente y beneficiosa para mí,
y llévame contigo cuando consideres que la muerte sea mejor
para mí”.
Pasajes del sermón de Fatima en la mezquita del Profeta
En este Sermón, Fatima (P), desarrolla explícitamente
la filosofía de los mandatos de Dios:
“Atestiguo que mi padre Muhammad (PBd), es
siervo y enviado de Dios. Lo designó antes de enviarlo,
lo nombró antes de crearlo, lo eligió aún
cuando las criaturas estaban ocultas en el universo invisible,
detrás de los oscuros velos de las tinieblas, antes de
la existencia.
Ello, fue porque Dios (Alabado sea), conocía
el futuro de los acontecimientos. Dios lo envió para completar
Su orden.
Al llegar, observó que los hombres habían
perdido su religión y eran amantes del fuego de la incredulidad,
decididos a adorar a los ídolos. En ese momento, Dios,
a través de mi padre, cambió la oscuridad por la
luz. Corrió los velos de la ignorancia de los corazones.
Levantó las nubes de la equivocación y desvío
que empañaban su visión, y los orientó hacia
el sendero recto.
Dios, Altísimo, estableció la fe para
ustedes, para purificarlos del politeísmo. La oración,
para alejarlos de la arrogancia. El Zakat (la dádiva),
para santificar vuestras almas y aumentar vuestro sustento. El
ayuno, para confirmar vuestra fidelidad. La peregrinación,
para consolidar las bases de vuestra religión. La justicia,
un medio para vuestra organización y el acercamiento de
vuestros corazones. Estableció la obediencia a Ahlul Bait
(gente de la Casa), para unir a la comunidad, y nuestro liderazgo
e Imamato, para impedir la discrepancia. La lucha santa, para
el engrandecimiento del Islam. La tolerancia y la paciencia, como
medio para merecer la recompensa. Ordenó la benevolencia
como medio de felicidad común. La bondad hacia los padres,
como escudo para impedir la ira Divina. Conservar las relaciones
de parentesco, para alargar la vida y aumentar la cantidad de
seres. Estableció la ley del talión, para proteger
la vida de los seres humanos. El cumplimiento de las promesas,
como medio para alcanzar la indulgencia Divina. Completar el peso,
justamente, para evitar la merma en el comercio. Vedó la
bebida alcohólica para evitar la impureza y la corrupción...
Temed al Único Dios como merece, no muráis
más que entregados a Él, y obedecedle en Sus órdenes.
Ciertamente, los que temen a Dios, de entre los siervos, son los
sabios.
Este Sermón, además de estar detallados en los
libros de la escuela Shi'a, se encuentran también en los
de la escuela Sunnah. Por ejemplo: “Balagat An Nisa”,
de Ahmad Ibn Abi Tahir y "Sharh de Nahyul Balagah",
de Ibn Abil Hadid.
Tras la muerte del Profeta
La confiscación de Fadak
Fadak que era un terreno cercano a Jaybar propiedad del Profeta.
Durante su vida, el Mensajero de Allah (PBd) le había cedido
este huerto a su hija Fátima.
Sin embargo, no bien falleció el Profeta Muhammad (PBd)
fue tramada una gran injusticia cuyas cicatrices todavía
permanecen en el cuerpo político de la Ummah musulmana.
Un grupo de los compañeros del Profeta Muhammad (PBd)
violó el juramento de fidelidad dado a Imam ‘Ali
como Amir al Mu’minin (Comandante de los Creyentes), tan
solo dos meses y 10 días antes, tras la orden de Dios en
Ghadir Jum y decidieron usurpar su título y derechos políticos.
No satisfechos con el Califato, dicho grupo comenzó a oprimir
severamente a la bendita familia del Profeta.
La primera decisión que toman es confiscar Fadak, vasándose
en un hadiz inventando que falsamente atribuyeron al Profeta Muhammad
(PBd) y que decía: "Los Profetas no dejan herencia
y cualquier bien que ellos dejan es para la caridad".
De esta manera prendían paralizar económicamente
a Imam ‘Ali (P), ya que sus ingresos pasaron a depender
ahora por completo de lo que recibe de la bolsa pública.
En aquel momento Fátima (P) decidió que era tiempo
de dar un paso revolucionario en defensa de los derechos otorgados
por el Creador Omnipotente a los seres humanos. En un sermón
elocuente, que se conserva en los libros de hadices e historia,
puso al descubierto la ignorancia de las nuevas autoridades sobre
el Corán y la Sunna, para la elaboración de los
principios de Islam. Después de alabar a Dios y a la Justicia
Divina, ella habló sobre la misión de su padre para
librarlos de la oscuridad del escepticismo.
Ella les hizo ver su ingratitud y codicia por lo mundano al
rechazar a un Imam Justo provocándole un daño irreparable
a la humanidad. Asimismo, mencionó el Versículo
del Santo Corán donde Allah cita la súplica de Zacarías
que dice: «Regálame, pues, de Ti un descendiente,
que me herede a mí y herede de la familia de Jacob...»
(19:5 y 6). Y, además: «Y Salomón
heredó a David...» (27:16).
Fátima continuó amonestándoles:
“El Libro de Allah todavía está
entre ustedes, sus asuntos son claros, sus reglas evidentes, sus
signos deslumbrantes, sus restricciones y mandatos visibles. Aun
así, ustedes lo han arrojado hacia atrás... ¿Lo
detestan? ¿O conforme a algo más ustedes desean
gobernar?”.
Ella concluyó su sermón con la siguiente advertencia:
“Ahora aten firmemente a este camello barato
que es su califato y no lo suelten. Pero tengan cuidado con su
joroba pues se daña si hay ampollas y agujeros en sus patas.
Lleva la marca de la ignominia y el signo de la ira de Allah.
La eterna vergüenza está ligada a él”.
Fue un discurso extraordinario que trazó la línea
entre la fe y la hipocresía. Reveló la elevada condición
de las mujeres en el Islam y les dio un modelo excelente para
basar sus vidas.
La muerte de Fatima
Cada día que pasa se impacienta más por la muerte.
La única forma en que podría soportar permanecer
viva es si pudiera refugiarse en su padre y estar a su lado cuando
su fe y su espíritu rebosasen de quejas y pena.
¡Qué necesidad tiene de tal refugio, tal paz! Pero
el tiempo pasa lentamente. Noventa y nueve días han pasado
desde que su padre le prometiera la muerte y la muerte no llega.
Llega el día, el 3 de Yumad az-Zani del año 11
de la emigración, el año de la muerte de su padre.
Besa a cada uno de sus hijos. Hasan tiene siete, Husain seis,
Zainab cinco, y Umm Kulthum tres.
Envía para que venga Rafi’a. Ella había organizado
el funeral del Profeta y le dice: “Oh esclava de Dios.
Vierte agua sobre mí para que pueda lavarme?”.
Con paciencia y en paz, hace la ablución. Entonces se
pone las ropas que no había usado desde la muerte de su
padre y las había guardado. Es como si hubiera apartado
el recuerdo de su luto y ahora va a ir a ver un amigo querido.
Le dice a Umm Rafi’a: “Pon mi cama en medio de
la habitación”.
Suave y tranquilamente se mete en la cama. Enfrenta la Ka’aba
y espera. Pasa un momento, momentos...
De pronto se escuchan llantos dentro de la casa. Cierra sus párpados
y abre sus ojos a su Amado que la estaba esperando. Una vela de
fuego y pena se apaga en la casa de ‘Ali.
Y ‘Ali se queda solo, con sus hijos.
Le había pedido a ‘Ali que la enterrara por la noche
para que nadie pudiera conocer su tumba y para que los traidores
no siguieran su cadáver hasta la tumba.
‘Ali hizo como le había pedido. Pero nadie sabe
cómo. Y todavía no saben dónde. ¿En
su casa? ¿O en Baqhia? No está claro. ¿Y
dónde en Baqhia? No está claro.
Fatima llega a ser una de las cuatro figuras más altas
de mujer en la historia de la humanidad: María, Asiah,
Jadiyah y finalmente, Fatima.
El valor de María está en Jesucristo, a quien
ella dio a luz y crió. El valor de Asiah, la mujer del
Faraón, está en Moisés, a quien ella crió
y amparó. El valor de Jadiyah está en Muhammad,
a quien ella amparó, y en Fatima, a quien dio a luz y crió.
¿Y el valor de Fatima?, ¿a quién pertenece
su valor?, ¿a Jadiyah?, ¿a Muhammad?, ¿a‘Ali?,
¿a Hasan?, ¿a Husain?, ¿a Zainab?... El valor
de Fatima pertenece ¡¡¡a elle misma!!!
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