Apuntes biográficos
Su nacimiento
Estaban sentados Abbas, el hijo de Abdul Muttalíb y algunos
otros, frente a la Ka'ba. Fátima, hija de Asad, se acercó
a la Casa de Dios, se detuvo frente a ella y dijo: “¡Oh,
Dios! Creo en Ti, en Tus Enviados y en los Libros que ellos transmitieron.
Doy fe de las palabras de Abraham (P) y de las de su abuelo, así
como que esta Casa ha sido construida en Tu servicio. A Ti, por
él y por este niño que llevo en mi vientre, te ruego
facilites su alumbramiento”. En ese preciso instante,
una de las paredes de la Ka'ba se abrió, ante los propios
ojos de los testigos para su asombro, y aquella mujer avanzó
hasta entrar en ella.
De inmediato, la pared se cerró. Rápidamente fueron
hacia allí con el fin de abrir la puerta de la Casa Sagrada,
pero no pudieron. Luego comprendieron que la Orden de Dios se
había hecho presente.
Cuatro días después, aquella preciada mujer salió
de la Ka'ba con un bebé, al que acunaba entre sus brazos.
Ella decía: “Escuché un mensaje oculto,
se llamará ‘Ali”.
Este acontecimiento milagroso tuvo lugar un viernes 13 de Rayab,
año 30 de 'Amul Fil (el Suceso del Elefante), 23 años
antes de la Hiyrat (Hégira).
Su infancia
En cierta oportunidad, Muhammad (PBd) pidió permiso a
su tío Abu Talíb para llevarse con él a su
primo ‘Ali (P). Su principal objetivo era formarlo en sus
elevados principios éticos.
Dijo el Comandante de los Creyentes, ‘Ali Ibn Abi Talíb,
años después: “Todos conocen mi posición
y cercanía al Mensajero de Dios. Él me crió,
me tuvo entre sus brazos, solía abrazarme y colocar mi
cabeza sobre su pecho. Yo olía su dulce perfume y aprendí
de él su conducta y moral (impecables)”.
‘Ali (P), el primer hombre musulmán
La mayoría de los sabios islámicos concuerdan
en que el primer hombre que creyó en la palabra y misión
del Profeta (PBd) fue el Imam ‘Ali (P). Este se crió
de pequeño en la casa de su primo Muhammad (PBd). Él
lo educó como un padre cariñoso que desea lo mejor
para su hijo.
‘Ali (P) fue el primer hombre en declarar su creencia
en Dios y Su Mensajero. ‘Ali (P) estuvo con Muhammad (PBd)
cuando éste comenzó a predicar el Mensaje.
En todo momento acompañó al Profeta para ayudarlo
y protegerlo de sus enemigos. Él se encargaba de poner
por escrito las aleyas del Sagrado Corán y las analizaba
con el Profeta en cuanto eran reveladas por el Ángel Gabriel.
Su valentía
Los quraishitas habían planeado asesinar al Profeta Muhammad
(PBd). Él plan consistía en elegir a un integrante
de cada tribu para que todos, al mismo tiempo, le dieran muerte
y de ese modo Banu Hashim fuera incapaz de defenderse. Pero los
inicuos no sabían que el movimiento profético no
se equipara a organizaciones humanas capaces de ser destruidas
por complots semejantes al por ellos urdido. Jamás se les
hubiera ocurrido pensar que el Enviado de Dios, al igual que los
profetas que le precedieron, gozaba del auxilio invisible de Dios,
que podía desbaratar con facilidad sus artimañas.
Pronto, el Ángel de la Revelación le comunicó:
"¡Mensajero! Los incrédulos se confabulan
contra ti para aprisionarte, matarte o expulsarte. Se confabulan,
pero Dios desbarata sus planes, porque Dios es el más ducho
de los desbaratadores".
(Corán 8:30)
Al Enviado de Dios le fue ordenado emigrar desde la Meca hacia
Iazrib (actual Medina). No obstante, ponerse a salvo de la mano
de los verdugos del gobierno idólatra, con la constante
vigilancia que ejercían sobre él, no era una tarea
fácil.
Si no abandonaba la Meca sobre un plan bien concebido corría
el peligro de que se enteraran, lo persiguieran y lo mataran antes
que llegara a su destino. Él Ángel Gabriel le había
ordenado abandonar la Meca esa misma noche.
Fue entonces, cuando el Profeta pidió a ‘Ali que
durmiera en su lecho y sacrificara su vida por la continuación
del Islam, para que así los inicuos imaginaran que el Profeta
no saldría y se concentraran en rodear su casa, dejando
libre el paso de la gente en otros sectores de la ciudad.
Él beneficio del papel que jugaría ‘Ali
(P) consistía en que los secuaces de Quraish vigilasen
la casa del Profeta (PBd) para que al mismo tiempo, éste,
pudiera refugiarse en otros puntos sin que lo descubrieran.
‘Ali, quien fuera el primero en creer en la misión
profética de Muhammad (PBd), fue el elegido para ocupar
su lugar, arriesgando por ello su vida. Él Profeta dijo
a su primo: “Esta noche deberás dormir en mi
lecho, intentan matarme y debo emigrar a Iazrib”.
Apenas llegada la noche, ‘Ali (P) se dispuso a dormir
en el lecho del Profeta. Pasaron algunas horas, y cuarenta de
los conjurados bloquearon, rodeándola, la casa del Mensajero
de Dios. A través de una hendija se cercioraron de que
la situación era normal y creyeron que era el Profeta el
que allí dormía.
Los conjurados, luego de horas de vigilia, se quedaron dormidos
(a raíz de una propuesta de Abu Lahab). Por nada del mundo
imaginaban que el Profeta estaba enterado del complot. Ignorando
esta cuestión habían decidido atacarlo al amanecer.
Pronto el Enviado de Dios (PBd) salió de la casa y recitó
los versículos de la Sura Ia Sin hasta el que dice:
«y les pusimos una barrera delante y otra detrás
y les ofuscamos sus ojos para que no pudieran ver»
(Corán 36:9)
Los velos de la noche se descorrían y la mañana,
finalmente, rompió la negrura del horizonte. Se produjo
entonces una gran emoción en el grupo incrédulo:
se veían ya, en la concreción de su propósito.
Empuñando sus espadas y puñales irrumpieron todos
en la casa, entrando de lleno en la habitación del Profeta
(PBd). En ese momento, ‘Ali , corriendo el manto verde que
lo cubría, se levantó y dijo: “¿Qué
hacéis?”. “¡Queremos a Muhammad!
¡¿Dónde está?!”, desesperados
exclamaban los inicuos. ‘Ali (P), hábilmente contestó:
“¿Acaso me lo habíais confiado a mí
para que ahora me lo pidáis? No está aquí”.
Los verdugos se enfurecieron, entonces, por haber esperado hasta
el amanecer. Muy irritados no podían creer que Muhammad
pudiera haber salido de la casa estando ellos allí afuera.
Él Profeta ya había emigrado a Iazrib y la confabulación
no logró su cometido. La valentía de ‘Ali,
al arriesgar su vida por la del Enviado de Dios, constituyó
la actitud clave que salvó la continuidad del Islam y quedó
reflejada por siempre en su historia.
Su casamiento
Por instrucción divina (y con el consentimiento de ella),
el Mensajero de Dios dio en matrimonio a su amada hija Fátima
Az-Zahra (P). ‘Ali y Fátima, a través de sus
hijos, el Imam Hasan, el Imam Husain, Zainab y Umm Kulzum, legaron
a la humanidad una lección ejemplar de heroísmo,
perseverancia y moral inquebrantables en la lucha contra la opresión
y la falsedad.
Tras la muerte de Fátima, ‘Ali desposó a
Ummul Banim. Abbas, quien combatiera con lealtad y bravura en
Karbalá junto a su hermano Al-Husain, sería el fruto
de esta unión.
‘Ali (P) y el Corán
Con la finalidad de demostrar la grandeza de Su Creación,
Dios juró por sus criaturas en diversas suras coránicas.
En este caso, en la sura "La Estrella" (An-Naym) jura
por la estrella. ¿Y qué significa Naym?
Naym tiene muchos significados, entre ellos se lo emplea para
hacer juramentos.
Una de las famosas interpretaciones que encontramos, es el juramento
a Muhammad (PBd), quien fuera una luz que Dios hizo descender
para iluminar este mundo. Muhammad (PBd) dijo: “‘Ali
y yo somos una sola luz”.
La primera sura que Muhammad leyó en voz alta fue la
sura Naym.
Un designio divino
Una noche, en la casa de Muhammad (PBd), se realizó una
reunión, en la cual el Profeta había informado a
la gente que cerca del amanecer caería una estrella en
la puerta de una casa, enfatizando además, que la persona
que viviera en esa casa iba a ser su mejor compañero. La
gente, frente a esta noticia, desesperó, y permaneció
toda la noche despierta. Esta estrella luminosa cayó en
la casa del Imam ‘Ali (P). De este modo, el Imam ‘Ali
(P) se convirtió en el mejor compañero del Profeta
(PBd).
Él privilegio de ser ‘Ali (P)
En la época del Profeta Muhammad (PBd) había mucha
gente, como por ejemplo Abu Bakr, Ibn Abbas, ‘Ali, etc.,
que poseían en sus casas dos puertas: una de ellas comunicaba
a la calle, la otra a la casa de su vecino y así sucesivamente
hasta llegar a la puerta de la Mezquita. La finalidad de esta
última era abreviar el tiempo, de tal modo que al escuchar
el Adhán (llamado a la oración), llegasen rápido
a la mezquita.
Para ese entonces, descendió del cielo el Arcángel
Gabriel, quien se presentó ante Muhammad (PBd) informándole
que, por orden divina, las personas que tuviesen las puertas de
sus casas comunicadas entre sí, deberían clausurarlas,
a excepción de Muhammad (PBd) y ‘Ali (P).
Al comunicar este último mensaje a los creyentes, ‘Ali
(P) fue el primero en ejecutar la disposición; fue entonces,
cuando Muhammad (PBd) especificó que él no debía
cerrar la puerta. Ante esto, la gente comenzó a murmurar
respecto de ‘Ali y la preferencia que tenía el Profeta
para con él.
A raíz de esta situación, el Mensajero de Dios
contestó que él no hacía nada por deseo propio,
sino que sólo cumplía un mandato divino.
En otra oportunidad preguntaron al hijo de Omar acerca de ‘Ali
(P), y él respondió que no debían hablar
mal de él, porque posee privilegios que ningún otro
posee. Estos privilegios son:
1. La puerta de su casa se comunica directamente con la mezquita.
2. Está casado con Fátima (P).
3. Constituyó el factor de triunfo en la batalla de Jaibar.
Junto a este mensaje descendió la segunda aleya de la
sura Naym que dice:
«...Que vuestro camarada no se extravía ni se descarría,
ni habla por capricho».
Esta aleya quiere significar que Muhammad (PBd) no hablaba nunca
por interés, ni tampoco por algún sentimiento que
lo vincule. Una prueba más de ello es el siguiente relato:
Cierta vez, una persona se acercó al Profeta (PBd) con
la intención de pedir la mano de su hija Fátima
(P), prometiéndole colocar una hermosa alfombra desde la
puerta de su casa hasta la de su hija. Muhammad dijo que él
no podía responder por las acciones de su hija, sino que
la responsabilidad de ello sólo estaba en manos de Dios.
Fátima (P), finalmente, se casó con ‘Ali (P),
que tan sólo contaba con un camello, una espada y un escudo.
Para poder casarse con Fátima, ‘Ali (P), vendió
aquel escudo.
Por tal razón no se puede pensar que Muhammad (PBd) escondía
algún interés de por medio. Todos los profetas,
para poder recibir el mensaje de Dios, deben tener el alma desprovista
de todo apego o dependencia. Los profetas no hacen nada por su
propia voluntad, sólo la voluntad de Allah rige sobre ellos.
Muhammad vio a ‘Ali en su Ascensión a los Cielos
Muhammad (PBd) vio a ‘Ali (P) en los cielos. Esto lo asombró
muchísimo, entonces preguntó al Arcángel
Gabriel: “¡Oh!, ¿’Ali también
está aquí?, ¿’Ali, vino antes que yo?”.
Le contestó que no, que ése no era ‘Ali, sino
que los ángeles pedían tanto ver a ‘Ali (P),
que Dios había creado un ángel con su misma fisonomía.
Cada viernes por la noche, setenta mil ángeles visitan
a este ángel y toda la recompensa es para sus amigos.
En esta noche, uno de los milagros que le revelaron a Muhammad
(PBd), era que 44.414 enviados de Dios concurrieron a la Mezquita
de Al-Aqsá.
Él Arcángel Gabriel, hizo el Adhán (llamado
a la oración), y tomando del brazo a Muhammad (PBd), le
dijo que dirigiera la oración. Muhammad (PBd) se negó
diciéndole que era él quien debía hacerlo.
Pero el Arcángel Gabriel le informó que desde el
día que Dios había creado su luz, ellos no gozaban
más de ese privilegio.
Luego, descendió la siguiente aleya: «Pregunta
a los Profetas anteriores ¿para qué fueron creados?».
La respuesta a esta pregunta fue: "La base de nuestros
mandatos es que No hay dios más que Dios, y además
fuimos enviados para asegurar tu Ummah y la de tu hermano ‘Ali
(P)".
'Id al Gadir (la fiesta de Gadir)
Terminados los rituales del Hayy, donde los musulmanes aprendieron
los procedimientos de la verdadera peregrinación del Santo
Profeta, éste decidió partir hacia Medina. Se dio
la orden de partida. Cuando la caravana llegó al territorio
de Raabeg, a tres millas de distancia de Yuhfa (una de las estaciones
donde se consagran los peregrinos), el fiel ángel de la
Revelación descendió en Gadirul Jum para transmitirle
al Profeta la siguiente aleya:
«¡Mensajero! Proclama lo que te fue revelado por
tu Señor, porque si no lo hicieras no habrás cumplido
tu misión. Mas Dios te protegerá de los hombres,
porque Dios no ilumina a los incrédulos»
(Corán 5:67)
Los términos de este versículo indican que Dios
había encomendado al Profeta la transmisión de un
asunto importante y de suma delicadeza, y ¿qué asunto
podía ser más importante que la designación
de ‘Ali como Califa (Sucesor) ante los ojos de cien mil
personas?.
Se dio la orden de detener la caravana y los que llevaban la
delantera esperaron el arribo de los que estaban más rezagados.
Era el mediodía y el calor era muy intenso. Los creyentes
colocaban una parte de sus mantos debajo de sus pies y otra sobre
sus cabezas. Además hicieron entre los árboles una
galería a fin de proteger al Profeta. Muhammad dirigió
la oración del mediodía. Luego, mientras la multitud
lo rodeaba, subió a un púlpito que le habían
preparado con varias monturas de camello superpuestas, y en voz
bien alta y expresiva dirigió una disertación a
los presentes:
“La alabanza pertenece a Dios, a Él le imploramos
ayuda y a Él nos encomendamos. En Él nos refugiamos
de nuestras maldades y nuestros pecados. Dios es la única
guía y orientación. Y a quien Él encamina,
jamás se desviará. Atestiguo que no hay más
dios que Él y que Muhammad es Su Enviado. ¡Gentes!
Es probable que muy pronto acuda a una invitación divina
y me vaya de vuestro lado. Yo soy responsable de mis actos y vosotros
lo sois de los vuestros. ¿Qué es lo que piensan
de mí?”.
Todos exclamaron: “Atestiguamos que tú has
cumplido tu misión y has luchado. ¡Dios te conceda
una buena recompensa!”
Él Profeta (PBd) preguntó:
“¿Atesiguan que Dios es Único, que Muhammad
es Su Enviado, y que no hay duda respecto al Paraíso, al
Infierno y a la vida eterna en el otro mundo?”.
Respondieron: "Sí, lo atestiguamos".
Agregó (PBd):
“Dejo entre ustedes dos cosas valiosas y queridas. Ya veré
cómo las trataréis”.
Alguien interrogó: “¿Cuáles son esas
dos cosas a las cuales te refieres?”
Respondió (PBd):
“Uno es el Libro de Dios y la otra mi familia
y mi descendencia”.
“Dios, el Altísimo, me ha informado
que estos dos legados jamás se separarán. ¡Gentes!
No pretendan adelantarse al Corán ni a mi descendencia,
ni tampoco retrasarse. Si lo hicieran perecerían”.
Tomando entonces el brazo de ‘Ali y levantándolo
hasta que llegaron a verse las axilas de ambos, lo presentó
y preguntó quién era el soberano y el conocedor
de la felicidad de los creyentes más que ellos mismos,
a lo que todos respondieron: “Dios y Su Enviado”.
Exclamó entonces el Profeta (PBd):
“Aquél de quien yo fuera su señor (Maula:
protector, guardián y maestro), ‘Ali también
es su señor” (y lo repitió tres veces). “¡Dios!
Ama a quien lo ame, protege a quien lo proteja, sé enemigo
de su enemigo y amigo de su amigo. Trata con Tu ira a quien no
lo ame, haz victorioso a quien lo haga vencedor y humilla a quien
lo humille, y conviértelo en el eje de la verdad”.
Su elocuencia
Consejos del Imam ‘Ali (P) en su discurso nº 241
“¡Oh, Gentes! ¡Trabajad! ¡Trabajad!
Y haced buen trabajo mientras tengáis vida, salud y oportunidades,
mientras tengáis posibilidad de hacer el bien, mientras
vuestras acciones puedan todavía ser registradas por los
ángeles y mientras os quede tiempo para arrepentiros del
vicio y volveros hacia la virtud y la piedad. Trabajad honesta,
sincera, diligente y piadosamente, trabajad por el bien de la
humanidad, trabajad por las recompensas reservadas en el paraíso,
trabajad y libráos de las garras del vicio y la maldad.
Trabajad y alcanzad niveles más elevados de moralidad.
Él Reino de Dios no está abierto a los de vida fácil,
a los insaciables ni a los que visten lujosamente; sí está
abierto para hombres de trabajo, honestos, inteligentes, piadosos
y temerosos de Dios”.
Extractos de su carta a Imam Hasan (P)
“Estos consejos son de un padre -que tiene
en cuenta la naturaleza humana, que se está poniendo viejo,
que ha soportado pacientemente reveses y calamidades, que odia
las ansias excesivas y las ha superado, ya que en poco tiempo
más pasará al otro mundo- para un hijo que es joven,
que tiene el deseo de impulsar el mundo moderando el pensamiento
y mejorando los caminos de la vida, deseo bastante difícil
de lograr; un hijo que, como todos, tiene la vida limitada y está
obligado, por naturaleza, a seguir los pasos de todos los mortales.
Mi primer consejo a ti, hijo mío, es que
temas a Dios. Sé su sirviente obediente, mantén
su recuerdo fresco en tu memoria. Protege cuidadosamente los lazos
que te conectan y mantienen vinculados a Él. Adopta la
piedad y mata tus excesivos deseos con Su ayuda. Dale importancia
a tu preparación para tu futura morada. No pierdas las
eternas bendiciones por amor a los placeres de la vida mundanal.
No hables de lo que no conoces. Renuncia a los caminos
en que exista posibilidad de extraviarte. Busca mantenerte lo
más alejado posible de quienes se entregan al vicio y al
pecado. Cuando creas defender la Causa de Dios, no temas la burla
de la gente, su censura o sus calumnias.
No busques la protección de las personas,
sino la de Dios. Reserva tus pedidos y súplicas a Él
y sólo a Él, porque otorgar, dar, conferir, y dispensar,
como así también negar, privar, rechazar y excluir,
está en Él y solamente en Su Poder.
Mantente en compañía de gente buena,
así desarrollarás la bondad en tu carácter
y te abstendrás de la maldad. Si tu indulgencia y bondad
produjeran pésimos resultados, entonces ser estricto o
severo es la mejor bondad. Trata con consideración y amabilidad
a aquéllos sobre los que tienes poder y autoridad.
Haz el bien a tu hermano cuando él está
empeñado en hacerte daño. Sé suave, agradecido
e indulgente con el que es rudo, grosero y severo contigo. Gradualmente
él cambiará su conducta. No corras detrás
del que intenta evitarte.
Sé sumiso, modesto y solícito cuando
alguien esté necesitado, desvalido y pobre, sé orgulloso
y duro con el que, cuando goza de poder, maltrata a la persona
humana.
Los deseos inmoderados tienen estrecha relación
con las desgracias y calamidades...
¡Mi querido hijo! Luego de darte estos consejos,
te confío al Señor. Él te ayudará,
guiará y protegerá en este mundo y en el otro. Ruego
a Él, te tome bajo Su protección en ambas vidas”.
Sus dichos
“Quien fomenta la avaricia y la codicia,
invita a la degradación.
Quien siempre habla de su pobreza y mala suerte, estará
siempre humillado.
Quien no controla su lengua, tendrá, a menudo, complicaciones
y molestias”
“La riqueza convierte a todos los países
extranjeros en tu patria nativa, mientras que la pobreza convierte
a tu patria en una tierra extraña”.
“La más poderosa relación es
la que se da entre el ser humano y Dios”.
“Entregarse a Dios y aceptar Su deseo, son
las mejores actitudes”.
“La sabiduría es la herencia más
noble”.
“No todas la flechas de tus deseos darán
en el blanco”.
“Antes de averiguar acerca de las condiciones
de la casa en la que vas a vivir, ante todo, averigua qué
clase de gente son tus vecinos”.
“Pobre es quien no tiene amigos”.
“Él ser humano es una criatura maravillosa:
ve por medio de un tejido adiposo, oye por medio de un hueso,
habla por medio de un trozo de carne”.
“Si consigues superioridad y dominio sobre
tu enemigo, en agradecimiento a Dios por ello, perdónalo”.
“Cuando algunas bendiciones son puestas sobre
ti, no las alejes por desagradecido”.
“Feliz es el hombre que siempre tuvo presente
a la otra vida en su visión, quien hizo presente el Día
del Juicio a través de todas sus obras, quien llevó
una vida de lucha y esfuerzo y quien fue feliz con la suerte que
Dios le destinó”.
“Él pecado que te pone triste y te
hace arrepentir es más querido por el Señor que
la buena obra que te hace vanidoso y consentido”.
“No te avergüences si la caridad es pequeña,
ya que despachar al necesitado con las manos vacías es
una deshonra más grande”.
“No hay riqueza más grande que la sabiduría,
ninguna pobreza más grande que la ignorancia, ninguna herencia
más grande que la cultura y ningún amigo o compañero
más grande que el examen de conciencia”.
“A veces los más cercanos a tí
se comportan más fríamente que los extraños
y a menudo los extraños te ayudan más que tus allegados”.
Sus consejos al Comandante en Jefe Malik al-Ashtar
“En el nombre de Dios, Altísimo, Misericordioso
y Generoso. Estas son las órdenes dictadas por la criatura
de Dios, ‘Ali, el hijo de Abu Talib, a Malik, el hijo de
Ashtar:
Te ordeno Malik que guardes en tu mente y para siempre
el temor de Dios, que le des prioridad a Su culto y preferencia
a obedecer Sus órdenes. Seguir cuidadosamente y fielmente
los mandatos y prohibiciones dadas en el Libro Sagrado y en las
tradiciones del Santo Profeta (PBd), porque el éxito de
un hombre para aspirar a la felicidad en este mundo y en el próximo,
depende de estas cualidades. Fracasar en la ejecución de
estas atribuciones, da lugar a un fracaso aquí y en lo
sucesivo.
¡Malik! Debes ser amable, compasivo y amar
a tus súbditos. No te comportes como una bestia voraz y
rapaz, cuyo éxito reside en desgarrar a sus víctimas.
Recuerda Malik que hay dos tipos de personas: Aquellas
que tienen tu misma religión y son tus hermanos, y aquellos
que profesan otra religión y que son seres humanos como
tú. Hombres de una u otra clase, padecen de las mismas
debilidades e incapacidades que se heredan en la carne, pecan
y dan rienda suelta a sus vicios, ya sea intencional o involuntariamente,
sin darse cuenta de la enormidad de sus actos. Deja que tu misericordia
y compasión los rescate y los ayude de la misma forma que
Dios te demuestra Su Misericordia y Su perdón.
No sientas vergüenza de perdonar y olvidar.
No te apresures a castigar y no te enorgullezcas de tu poder para
castigar. No te enfades y no te desanimes por los errores y fallas
de aquellos que gobiernas, por el contrario, sé paciente
y benévolo con ellos. Él enojo y el deseo de venganza
no te ayudarán en tu administración.
En lo concerniente a tus propios asuntos, los de
tus parientes y amigos, ten cuidado de no violar las obligaciones
que te ha concedido Dios y usurpar los derechos del hombre. Sé
imparcial y justo, si abandonas la equidad y la justicia, ciertamente
serás un tirano y un opresor. Quienquiera que tiranice
y oprima a las criaturas de Dios, ganará su enemistad junto
con el odio de aquellos a los que oprime, cualquiera que provoque
la ira del Señor, perderá toda posibilidad de salvación
y no habrá excusa que pueda ofrecer en el Día del
Juicio.
Recuerda que la desaprobación del hombre
corriente, del individuo sin recursos y de la gente abatida, son
preponderantes a la aprobación de personas importantes
y, el desagrado de unas pocas personas nobles serán disculpadas
por el Señor si las masas están felices contigo...”
Su Justicia
Todos son iguales ante la ley
Pasaba cierto día el Imam ‘Ali (P) por el bazar
de Kufa, cuando de pronto vio a un cristiano con una armadura
en sus manos. Él hombre quería vender su armadura
y el Príncipe de los Creyentes, que en esa época
era Califa e Imam de los musulmanes, se acercó a él,
observó minuciosamente la misma, la tomó y le dijo:
“Esta armadura es mía. Hacía tiempo que
la había perdido y ahora veo que la tienes tú. Debes
devolvérmela”.
Él cristiano rechazó las palabras del Imam y dijo:
“La armadura es mía”. Y se la arrebató
bruscamente. De pronto, gran cantidad de gente los rodeó,
pues querían observar la conducta de la mayor personalidad
del Islam. Algunos, inclusive, se acercaron con el objeto de arrebatársela
a aquel hombre y dársela al Imam, no obstante él
les dijo: “Él Islam es la religión de
la verdad y la justicia y en él hay Juicio y Ley y yo me
someteré al fallo del Juez”. Luego, muy amistosamente,
le dijo al hombre cristiano: “Yo tengo certeza de que
esta armadura me pertenece. Devuélvemela o vamos juntos
a consultar al juez para que él sentencie entre nosotros”.
Él aceptó la propuesta del Imam y de inmediato
se dirigieron ante el Juez. Apenas este último vio al Imam,
se puso de pie y lo saludó respetuosamente. Él Imam
le dijo: “Hemos venido aquí para ser juzgados.
Él Juez deberá tener una conducta unánime
frente a ambas partes. Tú con tu título de Juez
no deberás respetarme más que a él, contrariamente,
deberás tratarnos de igual modo. Siéntate y júzganos”.
Él Juicio dio comienzo, los declarantes se sentaron frente
al Juez e interrogó éste:
“¿En qué consiste vuestra diferencia?”.
Dijo el Imam: “La armadura que está en manos
de este hombre me pertenece. Ni la vendí ni la regalé.
Hacía tiempo que la había perdido y ahora la he
encontrado”. Él Juez preguntó al hombre:
“¿Qué dices tú al respecto? ¿Se
la devuelves?”. Dijo: “No. No la devolveré.
La armadura es mía, aunque tampoco desmiento al Imam de
los musulmanes”.
Él Juez dijo al Imam: “¡Oh, ‘Ali!
Tú eres el acusante, por lo que debes traer dos testigos
aceptables. Si los tienes, búscalos y ordénales
presentarse ante mí”.
Él Imam, que conocía bien al Juez, como así
también las condiciones requeridas para poder acusar a
alguien, sonrió y dijo: “No. No tengo tales testigos”.
Agregó, entonces, el Juez: “En ese caso, según
las leyes de la Jurisprudencia Islámica, tu derecho no
está probado. La armadura permanecerá en manos de
este hombre”.
Él cristiano, que había salido triunfador, tomó
la armadura y apresuradamente salió del Juzgado. Luego
de dar unos pocos pasos comenzó a meditar. Se dijo: “¡Qué
buena religión y qué gobierno tan justo! . Considera
iguales a un cristiano y al Califa de los musulmanes frente al
Juez y a la Ley. Él Líder de los musulmanes le dice
al Juez: "Siéntate y no me respetes a mí más
que a la otra parte. Considéranos iguales". ¡Qué
grado de justicia! Sin pruebas no da fallos. Ni siquiera a la
mayor autoridad”.
Se detuvo unos instantes y reflexionó. De inmediato regresó
al juzgado y exclamó ante los presentes que aún
no se habían retirado: “Estoy asombrado por este
fallo. Aún no puedo creer que presencié un juicio
tal y que el Juez falló a mi favor y en contra de su Imam.
Él fallo fue totalmente neutral. Este tipo de conductas
sólo pueden observarse en el credo y escuela de los profetas.
¡Es realmente sorprendente! ¡Él Príncipe
de los Creyentes es igual ante la Ley que yo, que soy cristiano!
¡Él Líder del mundo islámico se presenta
en el juzgado y no aprovecha de su jerarquía social! ¿Cómo
es posible que el Juez, elegido por el propio Líder, no
haya fallado en su favor? Este Juicio y este fallo son pruebas
de la veracidad de vuestro credo. Acepto vuestra religión,
me convierto al Islam: Testimonio que no hay dios sino Dios y
que Muhammad es el profeta de Dios”.
Luego, dirigiéndose al Imam, dijo: “¡Oh,
Príncipe de los Creyentes! Por Dios que tú tienes
la razón y eres veraz en tu acusación. Esta armadura
es tuya. Cuando junto a tus soldados te dirigías hacia
la batalla de Siffin, esta armadura se cayó de tu montura,
yo la tomé y la llevé a casa. Te pido perdón
por ello”.
Él Imam ‘Ali (P), que amaba guiar a los siervos
de Dios, se alegró mucho y le dijo: “Por respeto
a tu adhesión al Islam te la regalo y también te
obsequio un caballo”.
Sí, al observar la justicia del Islam, aquel hombre lo
aceptó fervorosamente y se convirtió en un discípulo
sacrificado del Imam. Adhirió al ejército islámico
y combatió con valentía indescriptible en la batalla
de Nahrauan. Finalmente, entregó su sangre por la Causa
Divina y la liberación de los hombres justos, alcanzando
así la jerárquica posición del martirio.
Dice el Sagrado Corán respecto a la justicia entre los
hombres:
«¡Creyentes! Sed íntegros en la equidad,
cuando testifiquéis por Allah, aún en contra vuestra,
o de vuestros padres o parientes más cercanos. Lo mismo
que si es rico o pobre, pues Allah está primero que ellos.
No sigáis la pasión y así obraréis
con justicia. Si levantáis falso testimonio o rehusaseis
hacerlo, sabed que Allah está bien informado de lo que
hacéis».
(Corán 4: 135)
El amor de sus seguidores luego de su desaparición física
Ibn Al Sikkit vivió en la época del Califa Abbasida
Al-Mutauakkil, alrededor de dos siglos después del martirio
de ‘Ali (P). Durante la administración de Al-Mutauakkil
fue acusado de ser Shi'ah (es decir, partidario de ‘Ali),
pero a pesar de ello y dado que era un hombre instruido y distinguido,
Al-Mutauakkil lo eligió para ser maestro de sus propios
hijos.
Cierto día, cuando los hijos de Al-Mutauakkil fueron
a verlo, estando Ibn Al-Sikkit (y según parece, ese día
éste les había tomado un examen que habían
cumplido bien), el Califa mostró su placer a Ibn Al-Sikkit,
pero quizás debido a sus recelos porque había oído
sobre su filiación shiíta, le preguntó si
esos dos que estaban frente suyo (sus dos hijos) eran más
queridos por él que Al-Hasan y Al-Husain, los hijos de
‘Ali (P).
Ibn Al Sikkit quedó muy turbado por esta pregunta y comparación
y se mostró agitado. Se preguntaba a sí mismo si
este hombre soberbio habría alcanzado tal grado de vanidad
como para comparar a sus hijos con Al-Hasan y Al-Husain (P). Se
dijo entonces que estaba en falta por haber sido tan cumplido
en la educación de sus hijos. Y en réplica a Al-Mutauakkil
dijo: “Por Dios, juro que el esclavo de ‘Ali (P),
Qanbar, es más amado para mí que estos dos y su
padre”.
Al-Mutauakkil ordenó entonces, que se reuniera la gente
y que a Ibn Al-Sikkit le fuera arrancada la lengua de su boca.
Así como esta historia podemos encontrar muchos casos
de gente completamente abrumada que voluntariamente sacrificó
sus vidas en el camino del amor a ‘Ali (P).
Su martirio
En el cuarto año de la Hégira, algunos de los
"yauariy" (grupo que durante la batalla de Siffín,
librada contra Mu'awiah, se separó de las fuerzas del Imam
‘Ali al ser engañado por aquel jefe de Bani Umaiiah),
se reunieron en la Meca y planearon un complot para matar a ‘Ali
(P), Mu'awiah, y 'Amru 'Ass, en Sham (Damasco) y Misr (Egipto),
a una hora determinada.
Fue escogida la noche 19 del Sagrado mes de Ramadán para
la ejecución. A Abdur Rahman, hijo de Mulyam, se le encargó
el asesinato del Imam ‘Ali (P), Huyyay, hijo de Abdullah
Sarimi, sería el asesino de Mu'auiah y 'Amru, hijo de Bakr
Tamimi, para asesinar a 'Amru 'Ass.
Ibn Mulyam llegó a Kufa con este objetivo pero no dio
a conocer a ninguna persona esta intención tan vil y vergonzosa,
hasta que un día, en la casa de uno de los "yauariy",
se encontró con Qatamah, una mujer muy bonita y encantadora,
de quien se enamoró. Luego, comenzó a pensar en
casarse con ella. Cuando pidió su mano, Qatamah dijo: “Mi
dote será: tres mil dirhams en efectivo, un esclavo y también
la muerte de ‘Ali Ibn Abi Talíb”.
Qatamah, desde antes, debido a la muerte de su padre y su hermano
en la guerra de Nahrauan en manos de ‘Ali, guardaba rencor
al querido Imam, ella lo consideraba su gran enemigo declarado
y siempre estuvo pensando en destruirlo. Ibn Mulyam, reveló
frente a Qatamah: “Casualmente, por este motivo he venido
a Kufa”, y de este modo, prosiguió con su determinación
anterior buscando el encantamiento de Qatamah.
Finalmente, esa nefasta noche llegó. Ibn Mulyam, con
una o dos personas amigas suyas, decidieron realizar este criminal
acto, la noche del 19 de Ramadán, en la Mezquita de Kufa.
Treinta y tantos años antes de aquella desafortunada
noche, el Imam ‘Ali (P), había escuchado del Profeta
que en el mes de Ramadán sería asesinado.
El propio Imam ‘Ali (P) lo relató:
"...Y cuando el Profeta (PBd) leyó aquella famosa
Jutbah respecto al sagrado mes de Ramadán, yo me levanté
y pregunté: "¡Oh, Enviado de Dios! ¿cuál
es el más valioso de los actos en este mes?”. Dijo:
" La abstención de los pecados". En ese momento
el Profeta comenzó a llorar con gran dolor e informó
acerca de mi martirio en este mes".
Él Imam ‘Ali también irrumpió en
lágrimas, ya que sabía que en este mes se martirizaría.
En ese mismo año había dicho: “Este año
en la ceremonia del Hayy (Peregrinación), no estaré
entre vosotros”. Y también a él le dijeron:
"¿Por qué, en el momento de desayunar (luego
de un día de ayuno del mes de Ramadán), comes poco?"
Contestó: “Quiero estar con el estómago
vacío en el momento de encontrarme con Dios”.
Pero la noche 19 no durmió, y repetía varias veces:
“Juro por Dios que no miento y que tampoco me han mentido,
esta noche es aquella noche prometida”.
Y finalmente, al amanecer, cuando el Imam ‘Ali (P) entró
a la Mezquita, en el momento en que estaba realizando la oración
del alba, y apareció la espada envenenada y la sangre sedienta
del peor de los hombres, Ibn Mulyam. Cuando la espada de éste
hirió la frente luminosa del Imam, lo primero que dijo
fue: "Fuztu ua rabbil ka'ba" (he triunfado,
por el Dios de la ka'ba!).
Entonces, llevaron al Imam ensangrentado, a su casa. Estuvo
dos días postrado en su lecho y en todo momento pensaba
en la rectitud y felicidad de los hombres.
Y dos días después, la noche veintiuno del mes
de Ramadán, en el año cuarenta de la Hégira,
encontró su martirio.
Sepultaron su inmaculado cuerpo en la Sagrada tierra de Nayaf,
a la que hoy, los corazones de los musulmanes, en especial de
los shí'as, desean fervientemente visitar.
Él Imam, del mismo modo que había transcurrido
su vida en el recuerdo de Dios, en el momento de este trágico
episodio final, también se encontraba recordándolo.
Sus últimas palabras
En sus últimos momentos legó un testamento a sus
hijos, sus parientes y también a todos los musulmanes,
que entre otras cosas dice:
“...A ustedes les aconsejo el temor a Dios,
y el orden en vuestros asuntos. Procurad siempre la unión
y la rectitud entre los musulmanes.
No os olvidéis de los huérfanos, observad
los derechos de vuestros vecinos. Estableced al Corán como
programa de vuestras propias acciones.
Amad la oración que es el pilar de vuestra
religión.
Combatid y sacrificad en el camino de Dios con vuestras
riquezas, vuestras lenguas y vuestras personas. ¡Uníos!.
No abandonéis la 'Recomendación del
bien y la abstención del mal' (Precepto del Islam), pues
si os desviáis de esta responsabilidad ante Dios, se erigirá
una sociedad corrupta y vil y en este momento cualquier súplica
o deseo que imploréis en contra de ellos no será
respondida”.
La paz de Dios y la de los hombres puros y benevolentes, sean
con el gran Imam, purificado de todo pecado, defecto o error.
Su nacimiento fue extraordinario, como extraordinaria fueron su
vida y su martirio.
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