Apuntes biográficos
El nacimiento y la infancia de Muhammad (PBd)
El nacimiento de la luz
La ciudad de Meca se había sumergido en la oscuridad
y la envolvía un gran silencio. No se veían señales
de vida ni actividad, únicamente la luna, como era costumbre,
ascendía despacio por detrás de las negras montañas
que rodeaban la ciudad, y extendía sus suaves y delicados
rayos sobre los sencillos edificios y sobre el camino pedregoso
que conducía a ésta.
Poco a poco llegó la media noche, una brisa suave y agradable cubrió
el ardiente territorio el Hiyaz y por un corto tiempo lo invitó
a descansar, tan sólo se dejaba ver el brillo de las estrellas que iluminaban
y brindaban placer a los ciudadanos.
Las aves madrugadoras así como las que pasan en vela la noche con voces
placenteras alegraban las almas en ese ambiente paradisíaco, tal y como
si se secretearan con su enamorado.
La orilla del horizonte de Meca se encontraba en el umbral de la aurora,
sin embargo, aun reinaba un silencio ambiguo sobre la ciudad.
Todos se encontraban dormidos, sólo Aminah Bint Wahab estaba despierta
y sentía los dolores, dolores de la espera que poco a poco se volvían
más y más intensos.
Repentinamente vio entrar en su habitación a unas damas agradablemente
perfumadas, desconocidas y luminosas. Se encontraba atónita. ¿Cómo
era posible que aquellas damas entraran en su aposento sin ella darse cuenta?.
Rompió el alba. No pasado mucho tiempo Aminah dio a luz a su querido
niño, y por fin en la madrugada del diecisiete del mes de Rabi’al-Auwal
del año 53 antes de la Hégira (4 de mayo de 570 d.C.), se iluminaron
sus ojos al ver a su esperado hijo.
Todos en la casa se felicitaron al enterarse del nacimiento del pequeño.
El nacimiento de Muhammad había encendido el dormitorio de Aminah, obscurecido
por el reciente fallecimiento de su esposo ‘Abdullah Ibn ‘Abdul
Muttalib (545-570 d.C.), que al regreso de un viaje a Ash-Sham (Siria) murió
en Medina, en donde fue enterrado, dejando a Aminah sola y desconsolada.
Muhammad (PBd), el niño milagroso
Muhammad, llegó al mundo acompañado de extraordinarios acontecimientos
tanto en el cielo como en la tierra, especialmente en el Medio Oriente que en
ese entonces era el centro de la civilización. Fueron estos acontecimientos
los que hicieron que el mundo se enterara rápidamente de la nueva noticia
y puesto que este niño terminaría con las viejas costumbres y
supersticiones y traería nuevas bases y fundamentos para la evolución
y progreso de la humanidad, desde el primer día de su nacimiento hizo
sonar la campana del “despertar”.
El palacio de Anushirvan (el sasánida Cosroes I el Grande que reinó
entre 531-579 d.C.), que suponía su poder y monarquía sería
eterno e impresionaba a quien lo miraba, la noche del nacimiento de Muhammad
(PBd) tembló y catorce almenas de sus murallas se derrumbaron. Así
también se apagó en un instante el templo del Fuego de los persas
que había ardido permanentemente durante mil años.
Las cenizas de su ídolo adorado fueron el vivo testimonio de la verdad
que emergía señalando un nuevo camino. Las señales prodigiosas
se multiplicaban. Los lagos de “Saveh” (al S.E. de Eshtehard y S.O.
de Danesfahan, Irán) se secaron repentinamente haciendo que las personas
de entendimiento se asombraran ante tantas prodigiosas coincidencias y reflexionaran
sobre su significado.
Halimah, la nodriza del pequeño Muhammad (PBd)
Entre los árabes, durante muchos años fue costumbre que al nacer
un pequeño, lo entregaran a un ama de leche que fuera de alguna de las
tribus que habitaban en los alrededores de la ciudad, para que creciera en el
ambiente puro y natural del desierto, aprendiera a hablar árabe con acento
original y el estilo puro que se conservaba entre los beduinos.
Por ello, y dado que Aminah no tenía leche suficiente para amamantar
a su pequeño, Abdul Muttalib Ibn Hashim, abuelo y tutor
de Muhammad (PBd), pensó que lo mejor sería contratar
a una mujer segura, digna y honorable para que se encargara de
su querido nieto, el único recuerdo de su hijo. ‘Abdul
Muttalib después de buscar e investigar escogió
a Halimah Bint Abi Dhu’ayb, mujer casta y virtuosa de los
Bani Sa‘d (clan conocido por su valentía y clara
lengua) de la tribu de los Bani Hauazan. Halimah llevó
a Muhammad (PBd) a su tribu y cuidaba de él como si fuese
su hijo.
Hacía tiempo que el clan de los Bani Sa‘d carecía de víveres.
El desierto seco y la falta de lluvias habían acentuado su pobreza y
carestía; pero desde aquel día que Muhammad (PBd) llegó
a casa de Halimah, trajo consigo para ellos bienestar y abundancia. La vida,
llena de carencias que sufrían, se convirtió en una existencia
llena de felicidad y prosperidad, y los rostros pálidos de ella y sus
hijos se volvieron lozanos y brillantes. Su pecho que estaba secó se
lleno de leche, y los pastizales de los borregos y camellos de esa región
reverdecieron, manifestando claramente el contraste con su situación
anterior y la actual de las tribus vecinas.
Muhammad (PBd) crecía más rápido que los
demás niños, era el más ágil corriendo
y hablaba sin defectos de pronunciación. Por donde iba
lo acompañaban la abundancia y la bendición y los
que estaban cerca de él fácilmente se daban cuenta
de ello, inclusive lo confesaban; de tal forma que Hariz, el esposo
de Halimah le dijo a ésta: “¿Te has dado
cuenta? Muhammad (PBd) es un niño con una bienaventuranza
especial. Y nosotros hemos tenido la buena suerte de tomarlo como
ahijado”.
Muhammad (PBd) en un diluvio de acontecimientos
Apenas habían transcurrido seis primaveras de la vida del generoso
Muhammad (PBd) cuando su madre Aminah lo llevó de viaje para visitar
a sus familiares y la tumba de su esposo ‘Abdullah en el año 46
antes de la Hégira (577 d.C.).
Después de permanecer unos días en Medina en casa de su familia,
y de visitar largamente la tumba de su amado esposo, en el camino
de regreso, antes de llegar a Meca su amada madre enfermó
y falleció en un lugar llamado Abva’ -región
que se encuentre entre Meca y la ciudad de Medina- donde fue enterrada
con ayuda de una de sus sirvientas. Tras lo sucedido, llevaron
al pequeño Muhammad (PBd) con su abuelo, de vuelta a Meca.
Fue así como Muhammad (PBd), a esa edad en que un niño está
más sediento de amor y afecto, perdió a sus padres.
El rostro de Muhammad (PBd)
Así como el nacimiento del Mensajero del Islam y los acontecimientos
que sucedieron después de éste fueron extraordinarios, su infancia,
su forma sorprendente adulta de expresarse y su formal comportamiento, lo hacían
un ser excepcional entre los demás niños de su edad. ‘Abdul
Muttalib, que conocía todo ello, mostraba a su nieto un sorprendente
respeto.
Abu Talib, tío de Muhammad (PBd) decía: “Nunca
he oído de Muhammad (PBd) decir una mentira, ni visto acto
indebido o tontería en él, nunca se ríe sin
razón ni dice palabras sin sentido y la mayoría
del tiempo lo pasa tranquilamente, alejado del bullicio y pasatiempos
de los otros niños”.
Cuando Muhammad (PBd) cumplió los siete años,
los judíos dijeron: “Hemos leído en nuestros
Libros que el Profeta del Islam no ingiere de las comidas prohibidas
y se abstiene de aquellas que duda, no está de más
que le hagamos una prueba a este sorprendente niño, para
saber a qué atenernos con él”.
Los judíos robaron un pollo y lo regalaron a Abu Talib. Todos en la
casa comieron de éste ya que ignoraban que había sido robado.
No obstante Muhammad (PBd) ni siquiera lo tocó. Cuando le preguntaron
la causa dijo:
“Dios, me cuida de aquello que es prohibido, y este pollo es alimento
prohibido”.
En otra ocasión los judíos compraron un pollo al vecino, prometiendo
que más tarde se lo pagarían, pero con la intención de
no hacerlo, y lo llevaron de regalo a casa de ‘Abdul Muttalib. Esta vez,
al igual que la anterior, Muhammad (PBd) tampoco comió y dijo que tenía
duda de que fuese lícita. Cuando los judíos se enteraron, quedaron
atónitos y dijeron que ese niño poseía dignidad, conocimiento
y posición muy alta y privilegiada.
‘Abdul Muttalib, el jefe de Quraish, no trataba a Muhammad (PBd) como
a los demás niños, sino que tenía para él un trato
y consideración muy especiales.
Cuando preparaban un lugar especial para ‘Abdul Muttalib
-ya que era el guardián de la casa de Dios- cerca de la
Ka‘bah, y sus hijos lo rodeaban, su gran personalidad impedía
que alguien se acercase, sin embargo Muhammad (PBd) no se dejaba
dominar por esa suntuosidad, y directamente se dirigía
al lugar especial donde se encontraba ‘Abdul Muttalib y
se sentaba junto a él, acto que ninguno de sus hijos o
de sus otros nietos se atrevía a hacer. Así, cuando
los hijos de ‘Abdul Muttalib trataban de impedírselo,
éste les decía: “¡Dejen pasar a
mi hijo! ¡Juro por Dios, que él es dueño de
una posición muy elevada!” .
Entonces Muhammad (PBd) se sentaba al lado del “Señor del Quraish”
y se ponía a conversar con él.
Reminiscencias de la infancia y adolescencia de Muhammad (PBd)
Protección y apoyo de ‘Abdul Muttalib
Muhammad (PBd) pasó su infancia huérfano y bajo la protección
de su abuelo ‘Abdul Muttalib y después de que éste falleció
en el año 44 antes de la Hégira (579 d.C.), estuvo bajo la tutoría
de su bondadoso tío Abu Talib, quien además se convirtió
en el guardián de la Ka‘bah.
Parece que esta terrible prueba de perder a sus padres en la infancia, así
como las lecciones de humildad, tolerancia y paciencia frente a cualquier acontecimiento
eran necesarias para solidificar las bases de la gran personalidad de Muhammad
(PBd) y para soportar la carga de la Misión Profética que años
después estaría bajo su responsabilidad.
Muhammad (PBd), poco a poco iba creciendo y se acercaba al período
de la adolescencia, que es el período de jovialidad de los instintos
y el vigor interno. No obstante haber quedado privado de la bondad de su madre
y la gracia y cariño de su padre, Abu Talib como obligación moral
y por las enfáticas recomendaciones de su padre ‘Abdul Muttalib,
lo cuidaba y protegía. Muhammad (PBd), en realidad tenía para
él un triple significado: el de ser un niño, el recuerdo de su
hermano ‘Abdullah y de su padre ‘Abdul Muttalib, así también
el ser parte de su sangre, por lo que Muhammad (PBd) se integró a la
familia de Abu Talib como un hijo más. Abu Talib para Muhammad (PBd)
era un padre cariñoso, un tío fiel y un maestro benévolo
y compasivo. Entre tío y sobrino, existía tanta simpatía
que podemos decir que las raíces de sus vidas y existencias estaban unidas
fuertemente las unas con las otras. Este cariño tan grande fue la causa
por la cual Abu Talib nunca se alejó de su sobrino Muhammad (PBd) y lo
llevó consigo a los bazares árabes, tales como “'Ukadz”,
“Muynah” y “Dhil-Muyaz”. Incluso cuando quiso ir a comerciar
a Ash-Sham, con una caravana de Meca, no soportó la idea de alejarse
de él durante un tiempo y como resultado lo llevó consigo.
Vemos pues, como Muhammad (PBd), con doce años de edad montado sobre
su camello, iniciaba un largo viaje en dirección a Yazrib (Medina) y
Ash-Sham.
Entrevista de Buhaira con Muhammad (PBd)
Era el año 40 antes de la Hégira (583 d.C.). El
monje Buhaira se encontraba en su ermita, cercana a la ciudad
de “Bosra” (en las proximidades de Damasco, capital
del reino de los árabes gassaníes probizantinos),
cuando de repente vio que se acercaba una caravana y cosa extraordinaria
que una nube se iba desplazando en el cielo a su paso, proporcionándoles
sombra, siempre al mismo ritmo de la caravana. Más sorprendente
aún, cuando la caravana interrumpió su camino para
descansar y aprovisionares de agua, la nube se detuvo también.
Buhaira salió de su ermita y solicitó a su ayudante:
“¡Id a ese grupo y decidles que todos ellos son mis
invitados!”
Todos acudieron a la comida a excepción de el joven Muhammad
(PBd) que se quedó, por encargo de su tío Abu Talib
al cuidado del equipaje. Buhaira examinó el rostro de todos
y cada uno de los miembros de la caravana, sin poder descubrir
en ninguno de ellos las señales que esperaba reconocer
en aquél, a la espera del cuál los monjes se sucedían
uno tras otro en la pequeña ermita de Bosra. Entonces preguntó:
“¿Es que todos los miembros de la caravana se
encuentran aquí?” .
Contestaron: “Sí, excepto el joven que entre
nosotros tiene menos edad”.
Buhaira dijo: “Decidle que venga”. Fueron
en busca de Muhammad (PBd); cuando llegó, el monje quedó
atónito mirándolo ya que la nube lo acompañaba.
Después de terminar de comer le dijo: “¿Puedo
hacerte una pregunta? ¡Jura por Lat y 'Uzza que contestarás
a ésta!”.
A lo cual el joven Muhammad (PBd) respondió: “Lo
más odiado por mí, son esos dos nombres por los
cuales me pides que jure”.
Ante esta contundente y clara respuesta Buhaira dijo: “Jura
pues por Dios que me responderás”.
“¡Haz tu pregunta!” Le respondió
Muhammad.
Buhaira después de una corta entrevista con el niño
Muhammad (PBd) y habiendo confirmado en su persona las señales
de la profecía que sus Libros Sagrados relataban, le besó
las manos y luego se tiró al suelo y le besó los
pies y dijo: “Un gran futuro te espera, si estoy vivo
para ese entonces, pelearé a tu lado en contra de tus enemigos,
tú eres el más importante de los hombres entre los
seres humanos”.
Entonces, volteando su rostro hacia los de la caravana preguntó
en voz alta: “¿Quién es el padre de este
joven?” Todos señalando a Abu Talib dijeron:
“¡Es hijo de él!”.
“¡No! ¡El padre de este joven no puede
estar vivo!” exclamó Buhaira, a lo cual Abu
Talib afirmó: “Estás en lo cierto, él
es mi sobrino”.
“Este joven tiene un futuro muy brillante e importante
-continuó diciendo Buhaira-, si los judíos ven
lo mismo que yo estoy viendo en él sin duda lo matarán,
¡ten mucho cuidado que no lo dañen!”.
“¿Por qué causa será odiado por
los judíos?”, preguntó extrañado
Abu Talib.
“En el futuro será un Profeta y el Ángel
de la Revelación se presentará frente a él”,
afirmó Buhaira.
Ante esto Abu Talib repuso: “¡Dios no lo abandonará,
Él lo cuidará de los enemigos y de los judíos!”.
Pastoreo y meditación de Muhammad (PBd)
Aunque Abu Talib era uno de los hombres importantes del Quraish, no contaba
con ingresos suficientes para sostener a su familia. Muhammad,
que había llegado a la edad de la adolescencia, por naturaleza
tenía deseos de trabajar para sostenerse a sí mismo
y, de esa forma, quitar un peso de los hombros de su querido tío,
pero ¿qué trabajo sería adecuado a su mentalidad?.
Ya que Muhammad (PBd), en el futuro, sería el Enviado Divino, y magno
líder que debería enfrentarse con gente sin educación ni
moral, pelear en contra de las supersticiones e ideas erróneas de la
era pagana y establecer los pilares de la justicia y las verdaderas leyes de
la vida del ser humano, vio conveniente aceptar el trabajo de pastoreo. Él
llevaba a los borregos y otros animales domésticos de sus familiares
y demás gente de Meca a pastar en los campos de las afueras de la
ciudad y cuidaba de ellos, el sueldo que recibía lo entregaba a su tío
Abu Talib como una ayuda. Realizando esta labor también de un ambiente
limpio, lejos de todos los ruidos, disputas y polémicas de la gente de
la ciudad. En las tareas del pastoreo adquirió una sabiduría muy
útil, que se manifestaría más adelante en la época
de la Misión Profética y durante su gobierno. De cualquier forma,
en esta época de su vida hizo acopio de todas las virtudes: generosidad,
buen temperamento, magnanimidad, paciencia e indulgencia al prójimo,
veracidad y honestidad, y se alejó de los defectos éticos y morales.
Era eminente entre la gente y alguien en quien se podía confiar y por
ello le llamaban “Muhammad Al-Amin” o sea, “Muhammad el Confiable”.
Castidad y pureza de Muhammad (PBd)
Cuando los instintos y fuerzas ocultas del hombre tratan de manifestarse,
como resultado de la pubertad, cuando el niño pasa de la época
de la infancia a la época de las pasiones y excitaciones y cree estar
en un mundo diferente; es en este delicado momento cuando las perturbaciones,
desviaciones, incontinencias y desenfreno atacan a los adolescentes. Si no se
les presta una atención especial, o ellos mismos no tratan de protegerse
y no someterse a los instintos en forma descontrolada, caerán en un abismo
espantoso de perdición, que difícilmente les permitirá
volver a ver, un día, el color de la felicidad y la dicha.
Muhammad (PBd) vivía en una sociedad corrompida, en donde su ambiente
estaba contaminado por los diferentes defectos éticos y
morales, así como por los pecados. No sólo los jóvenes,
sino que incluso los viejos de Al-Hiyaz practicaban la inmoralidad
sexual, llegando a tal extremo que en las calles y callejuelas
colocaban banderas como señal de los centros de corrupción
y como una invitación para aquellos que andaban en busca
de la obscenidad; y en un ambiente tal Muhammad (PBd), pasó
de la infancia a la adolescencia y, a pesar de que a la edad de
veinticinco años aún no había contraído
matrimonio, las malas costumbres reinantes no influyeron en él,
y nunca se le vio un acto incorrecto; sino que tanto sus amigos
como sus enemigos lo presentaron como un ejemplo de virtudes y
moralidad.
Finalmente, enel año 595 de la era cristiana, Muhammad
(PBd), de 25 años de edad, se casó con Jadiyah,
quien tenía 40 años, y le dio 6 hijos.
Un poeta que se encontraba al tanto del matrimonio de éste honorable
con la gran dama del Quraish Jadiyah, cuando describe y elogia
a Muhammad (PBd) lo hace con esa cualidad, tan sobresaliente en él, que
fue la modestia. El mencionado compositor dice a Jadiyah:
“¡Oh, Jadiyah! tú llegaste a un nivel muy alto entre
las gentes
Y sobresaliste de entre todos,
Contrajiste matrimonio con Muhammad
Y, como él, las mujeres de todo el universo no han dado a luz otro.
La buena moral, grandeza y modestia de este benévolo se encuentra y
encontrarán para siempre juntas”.
Otro de los poetas dijo:
“Si comparamos a Ahmad con toda la creación, él
es superior, y sus virtudes son claras y evidentes para los del
Quraish”.
La Revelación
Muhammad (PBd) tenía una profunda naturaleza religiosa
y detestaba la decadencia de la sociedad en la que vivía.
Tenía por costumbre meditar de vez en cuando en la Cueva
de Hira, cerca de la cima de Yabal an-Nur, la (Montaña
de la Luz), en las proximidades de Meca.
A la edad de 40 años durante uno de sus retiros espirituales,
Muhammad (PBd) recibió la primera revelación de
Dios a través de Yibril (En Ángel Gabriel), hecho
que cambiaría la historia de la humanidad.
Una de las últimas noches del mes de Ramadán,
Muhammad (PBd) vio como una luz intensa penetraba la cueva y escuchó
una voz que le decía: “¡Lee!”
Muhammad (PBd) respondió “No sé leer”.
La aparición le ordena “¡Lee!”
Muhammad (PBd) respondió nuevamente, “No sé
leer”. Y la luz le dice:
«Lee en el nombre de tu Señor, el que creó;
que creó al hombre de un espermatozoide. ¡Lee! Tu
Señor es el Más Generoso, que ha enseñado
por medio del cálamo, que ha enseñado al hombre
lo que no sabía».
(El Qur'an 96:1-5)
Después de esto, Muhammad (PBd) sintió que el
mensaje le quedó grabado en el corazón y la memoria.
Cuando salía de la cueva, oyó una voz procedente
del cielo que le dijo, “Oh, Muhammad (PBd), tú
eres el profeta de Dios, yo soy el ángel Gabriel”.
Muhammad (PBd) levantó los ojos y vio la figura del ángel
que, radiante, le seguía dondequiera que fijaba la vista.
Las revelaciones del Qur'án llegaban al Profeta a través
del Arcángel Gabriel, y descendían en los momentos
mas inesperados, cuando Dios lo disponía. Durante los siguientes
23 años, Dios le reveló a Muhammad (PBd) los mensajes
que contienen las enseñanzas del Islam y hasta hoy se encuentran
sin cambio alguno en el Sagrado Qur'an.
La característica principal del Islam es que no admite
separación entre los asuntos de la vida terrena y los asuntos
de la vida espiritual. No se limita sólo a purificar la
parte espiritual del hombre, sino que su dominio se extiende al
orden social, político, moral, económico, etc. sin
que nada se escape al veredicto de Dios en la forma de vida Islámica.
Cuando Dios Todopoderoso ordenó a Muhammad (PBd) que
divulgara el Islam, éste congregó a su gente en
la colina de Safa y les dijo: “¿Os gustaría
vencer a vuestro mayor enemigo?” La multitud preguntó:
“¿Quién es y dónde está
ese enemigo?” Muhammad (PBd) contestó, “El
enemigo sois vosotros mismos y se esconde en vuestro corazón,
boca y mente... está en vuestro corazón, pues adoráis
a falsos dioses; y en vuestras mentes, pues sois idólatras,
y en vuestras palabras porque alabáis a imágenes
y objetos inanimados. Dios es único y no tiene intermediarios,
mediadores ni copartícipes. Si le adoráis y cumplís
con Sus ritos, creencias y mandatos, yo os ofrezco en Su nombre
las bendiciones de este mundo y las delicias del Paraíso.
Volved al camino recto. Glorificad a Dios, Creador de los Mundos,
Señor del Día del Juicio Final”.
La gente se sorprendió al oír estas palabras,
pues creían en muchos dioses y adoraban a los mas de 360
dioses e imágenes en la Kaaba. Adorar a un solo Dios Omnipotente
y Omnipresente significaba cambiar su forma de vida. Si se sometían
a Dios, tenían que dejar sus pasiones, vicios y corrupción,
que los gobernantes de Meca explotaban. Abu Sufián ordenó
la oposición al Profeta y llamó a Abu Talib para
que callase a su sobrino, porque trataba de “prohibir
el culto de los dioses que nuestros padres adoraban”
y añadió “Le declararemos la guerra si
no le haces callar. Dile que le daremos riqueza, poder y oro;
lo que pida”. Cuando Abu Talib hubo dicho esto a su
sobrino Muhammad (PBd), éste contestó: “¡Oh
tío mío! ¡Cuán grato sería complacerte!
Pero, por Dios, aunque pongan el sol en mi derecha y la luna en
mi izquierda, jamás dejaré el mensaje de Dios, aunque
me cueste la vida”.
Ante la negativa del profeta, se inició una fiera persecución
en contra de los musulmanes, siendo torturados, asesinados, y
desterrados; se emplearon los medios más radicales y más
violentos. Abu Sufián afirmaba: “cualquier medio
es lícito, ante la imperiosa necesidad de acallar a quien
habla mal de los dioses de nuestros antepasados”.
Tan pronto como comenzó a recitar las palabras que había
oído de Yibril y a predicar la verdad que Dios le había
revelado, él y su pequeño grupo de seguidores sufrieron
una amarga persecución, que fue creciendo de forma tan
intensa que en el año 622 recibieron la inspiración
de emigrar. Este acontecimiento, la Hiyra, (Hégira - emigración),
en la que abandonaron Meca para ir a Medina, a unos 416 kilómetros
al norte, constituye el punto de partida del calendario islámico.
Después de algunos años, el Profeta y sus seguidores
pudieron regresar a Meca, perdonaron a sus enemigos y establecieron
de modo definitivo el Islam. Antes de que el Profeta muriera a
la edad de 63 años, la mayor parte de Arabia era musulmana
y, en los cien años siguientes a su muerte, el Islam se
había extendido hasta España, en el oeste, y hasta
China en el este.
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